La campaña proselitista del obispo con hijos Fernando Lugo para llegar a la presidencia fue un eco fiel de la línea editorial del diario ABC color, dirigido por el fuerte empresario Aldo Zuccolillo, quien además de ser un heredero privilegiado multiplicó su fortuna al amparo de la dictadura anticomunista de Alfredo Stroessner.
La reivindicación de la “soberanía energética”, la “libertad de prensa”, la “lucha contra la corrupción”, y varios otros eslóganes que por varias décadas fueron la constante en las páginas del periódico que ofició de vocero de la campaña luguista, fueron asimilados como puntos capitales por el cura Lugo.
Zuccolillo, a pesar de sus devaneos pasajeros, nunca fue santo de la devoción de ningún mandón de turno, sobre todo porque fiel a la estrategia más eficaz para vender un diario, siempre llenó las páginas del suyo con virulentas críticas al gobierno.
Hoy los seguidores de Lugo han organizado una virulenta y desagradecida campaña contra el diario que los catapultó al poder y la gloria. “Hemos pasado violentamente de parecer el diario ‘ídolo’ de la campaña luguista a ser el diario de la mentira; el cambio ha sido tan drástico que durante el proceso electoral llegamos a parecer sus voceros y hasta sus compañeros del puesto de comando y hoy día somos los apátridas: el único cáncer que tiene el cambio, y el Paraguay” afirma en su columna la periodista Mabel Rehnfeldt.
Insulta a la inteligencia ver el camino que han escogido: una pasada por Facebook y Orkut permite ver hasta con fotografías cómo organizan la campaña, una que sin dinero sería impensable. Una sobre la que hoy tengo mis serias sospechas y que apuntan directamente al Palacio de López, desde donde no solo parecen tener la simpatía sino además complicidad, añade.
Uno de los políticos-empresarios que con más fuerza apostó a Fernando Lugo fue el senador liberal Alfredo Jaeggli, un verborrágico importador de perfumes que se dio la gran vida en tiempos del dictador Alfredo Stroessner, para a su relevo aparecer en la política como un prócer de la democracia.
Rico heredero y bon vivant, Jaeggli fue uno de los principales defensores de Lugo cuando la derecha maccartista –sin muchos fundamentos, en realidad– lo sindicaba como un peligroso marxista y lo acusaba –en lo que sí resultó ser cierto– de encontrarse involucrado en homicidios y secuestros.
Alfredo Jaeggli no tenía nada de izquierdista, pero era un pundonoroso tribuno para los seguidores del obispo mientras su dinero y sus esfuerzos acompañaban la campaña proselitista del fraudulento referente moral.
Hoy afiches insultantes contra Jaeggli, elaborados por los seguidores del cura Lugo, atiborran las calles de Asunción.
¿A cuántos insultaron y agredieron los luguistas empedernidos por defender esta alianza con saliva, sin importar de quien viniese la advertencia? Hoy aplican la misma táctica contra sus antiguos aliados, sin temor de quedarse cada vez más solos, confiados tal vez en alinear a través del prebendarismo y el clientelismo al lumpenaje y el funcionariado público.
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