Uno de ellos fue la estafa al elector paraguayo, quien depositó su voto por él confiado en que lo hacía por un referente moral y teólogo de la liberación tercermundista, ignorando que había sido expulsado de la iglesia por inconducta y no por motivos ideológicos, como se publicitó sin explicar jamás como un partidario de Leonardo Boff llegó a obispo.
Al respecto, la Senadora Mendoza de Acha afinó puntería y dijo que los obispos tienen su cuota de responsabilidad en la actual situación del país.
Ana Mendoza de Acha, senadora por el Partido Patria Querida (PPQ), acusó a la Iglesia de tener una gran cuota de responsabilidad de la situación existente actualmente en el país. Según la misma, la Iglesia conocía de los “antecedentes oscuros del presidente de la República Fernando Lugo”, los cuales fueron ocultados.
“La Iglesia tiene una cuota de responsabilidad de la situación actual, que tiene que asumir y que en ningún momento he escuchado. La Iglesia sabía quién era el obispo Fernando Lugo" dijo también.
Comento además que la Iglesia no se encuentra en una posición en que pueda estar solicitando a los poderes políticos y sociales la construcción del país, sin su participación directa. “La Iglesia no puede estar solicitando a los políticos y sectores sociales a ayudar a construir una sociedad y…menos ellos, ¡qué notable! Ellos (los obispos) también tiene que asumir la responsabilidad, si ellos hubieran hablado oportunamente se hubiera evitado que Fernando Lugo hoy esté sentado en el sillón presidencial”, finalizó la legisladora del PPQ.
"Los obispos le mintieron al pueblo, permitieron que el pueblo tomara una decisión sin todos los elementos que son necesarios para una tomar decisiones fundamentadas" opinó a su vez el articulista Enrique Vargas Peña. Y esclareció:
Espero que en estos días, entre hoy y el 8 de diciembre, los obispos de la Iglesia aprovechen la presencia de los fieles en Caacupé para pedir perdón por sus mentiras y para decir la verdad. Porque si no lo hacen, no será Lugo el único digno de un abucheo general, sino también ellos.
LA VERDAD ACERCA DEL FRAUDULENTO REFERENTE MORAL
Las sospechas de su involucramiento en secuestros pesan sobre Fernando Lugo desde que a mediados de febrero del 2005, fue hallado el cadáver de Cecilia Cubas en una fosa de un aguantadero, en una localidad suburbana próxima a Asunción. El hallazgo del cadáver de la secuestrada, una elegante empresaria de 32 años enterrada viva con crueldad por sus captores, conmocionó a la sociedad paraguaya.
El 21 de septiembre del 2004, Cecilia (de 30 años de edad en ese entonces) había sido secuestrada, y aunque su padre, el ex presidente Raúl Cubas pagó un rescate de 800.000 dólares estadounidenses, la mujer fue asesinada y abandonada en la ciudad de Ñemby, una localidad suburbana próxima a la capital paraguaya, Asunción. Cuatro activistas del Partido Patria Libre, incluido uno de los principales líderes, Osmar Martínez, fueron arrestados, acusados y condenados en juicio oral y público por el secuestro y asesinato. Otros implicados que habían huido a países limítrofes fueron extraditados y se encuentran en los umbrales del juicio oral y público.
Esta aparente banda criminal seudo-ideologizada, según pudo comprobarse, formaba parte del entorno del obispo Fernando Lugo, existiendo al respecto pruebas fotográficas, testimonios de allegados y grabaciones de conversaciones vía celular e Internet.
Hábil en confundir y desviar la atención, Fernando Lugo logró eludir por mucho tiempo todas estas acusaciones con característica retórica cantinflesca y pose indecisfrable.
Respaldado sobre todo por la credibilidad de su calidad de jerarca católico, se amparó en los cerebros lavados por la iglesia de Roma que son abrumadora mayoría en Paraguay, para eludir toda responsabilidad.
EL ECLESIÁSTICO VIOLADOR
Benigna Leguizamón, una de las mujeres con quien el ex prelado mantuvo relaciones en la diócesis de San Pedro, continúa esperando que la cámara de apelaciones del Poder Judicial, en Ciudad del Este, a 320 kilómetros al este de la capital, resuelva si Lugo debe someterse a la prueba de ADN en Asunción o viajar a Ciudad del Este.
El cura , de 58 años, pidió que los técnicos de laboratorio recogieran la muestra en su residencia oficial Mburuvichá Roga (la casa del jefe, en idioma guaraní), y además, exige que la demandante no se encuentre presente.
Leguizamón aseguró que su hijo Lucas Fernando, de siete años, es producto de una violación perpetrada por Lugo mientras éste era religioso y ella personal de limpieza de la diócesis. . “Lugo me violó”, afirmó la denunciante. La mujer sorprendió a todos cuando relató que un día, el entonces monseñor Lugo, la hizo buscar por su chofer, quien la llevó hasta el Obispado de San Pedro, alegando que el obispo estaba enfermo. Sin embargo, según comentó, al llegar Lugo la encerró en su habitación y la forzó a tener sexo con él. “El Obispado era de dos pisos, me encerró bajo llave en una habitación y allí me sacó la ropa a la fuerza y me sometió sexualmente. No había cómo escapar de él”, relató.
EL ASESINO QUE OLVIDÓ LA SOTANA EN LA ESCENA DEL CRIMEN
El 18 de julio de 1997 compareció Teresita de María Rojas, madre de uno de los hijos no reconocidos de Fernando Lugo, ante el entonces juez Hugo López y la entonces fiscala Teresa González de Daniel en el marco de las investigaciones que se hacían por el asesinato de Irene Purificación Cabral de Rodríguez, esposa de Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez, quien fue hallada muerta en su camioneta el 4 de noviembre de 1996. La señora Rojas confirmó que tenía una niña de menos de un mes con Rodríguez cuando murió la esposa de este. Reportó riñas domésticas, y cuando le preguntaron si conocía a una amiga de la difunta, contestó que sí: “La conozco desde hace seguramente seis o siete años, fui presentada por un amigo en común, el señor FERNANDO LUGO (sic de la declaración testifical), en forma casual, estábamos en un almuerzo, éramos muy amigos con el señor, y a partir de allí mantuvimos una relación amistosa, una amistad muy de vez en cuando”.
Cuando la fiscala preguntó desde cuándo conoció a “Kencho” Rodríguez, la señora confirmó que desde enero o febrero de 1995, que lo conocía desde antes y que cuando fue presidente de la ANDE (94/97) fue a pedirle trabajo. La madre de quien sería hija de Lugo agregó además que en ese momento Rodríguez no había aún reconocido a la hija en común que tenían ambos.
La relación confirmada por Mirta Maidana Lugo entre la señora Rojas y el actual presidente de la República coincide en el tiempo en que habría sido engendrada Fátima (1989), cuando Fernando Lugo era aún sacerdote, recién llegado de Roma. La niña nació en 1990, y cinco años después arrancaría la relación de quien era madre de su hija con quien siempre fue uno de sus mejores amigos, luego financista y hoy día consejero de Itaipú.
Unos 20 días antes del asesinato de la esposa de Kencho Rodríguez nació la hija de este con Teresita Rojas. Este caso aún no resuelto es muy peculiar ya que Rodríguez habló inicialmente de suicidio y casi un año después presentó denuncia por asesinato contra personas innominadas. El hombre es hoy día consejero de Itaipú y del primer anillo de Lugo.
Se ha dicho que el origen de toda desilusión es la expectativa exagerada, y que la desilusión es la distancia entre la expectativa y la realidad. Si esta ecuación está comprendida, no resultará extraña la enorme desilusión que embarga a la inmensa mayoría de la población paraguaya respecto a su clérigo-presidente.
Aunque las mentiras sobre el fraudulento obispo de los pobres Fernando Lugo hace tiempo se vienen cayendo a pedazos, podría decirse que en los últimos días las revelaciones hechas públicas han echado por tierra a sus últimos reductos defensivos. Transparencia Internacional reveló que Paraguay ha empeorado su posición en el ranking de la corrupción, nuevos hijos negados por el cura aparecieron y varios de sus aliados políticos de Tekojoja y otros grupos aparecieron implicados en el secuestro del ganadero Fidel Zavala. Ver:
http://www.abc.com.py/abc/nota/47859-Investigado-por-secuestro-de-Zavala-fue-alertado-por-%E2%80%9Cpolic%C3%ADas-amigos%E2%80%9D/
Las sospechas de su involucramiento en secuestros pesan sobre Fernando Lugo desde que a mediados de febrero del 2005, fue hallado el cadáver de Cecilia Cubas en una fosa de un aguantadero, en una localidad suburbana próxima a Asunción. El hallazgo del cadáver de la secuestrada, una elegante empresaria de 32 años enterrada viva con crueldad por sus captores, conmocionó a la sociedad paraguaya.
El 21 de septiembre del 2004, Cecilia (de 30 años de edad en ese entonces) había sido secuestrada, y aunque su padre, el ex presidente Raúl Cubas pagó un rescate de 800.000 dólares estadounidenses, la mujer fue asesinada y abandonada en la ciudad de Ñemby, una localidad suburbana próxima a la capital paraguaya, Asunción. Cuatro activistas del Partido Patria Libre, incluido uno de los principales líderes, Osmar Martínez, fueron arrestados, acusados y condenados en juicio oral y público por el secuestro y asesinato. Otros implicados que habían huido a países limítrofes fueron extraditados y se encuentran en los umbrales del juicio oral y público.
Esta aparente banda criminal seudo-ideologizada, según pudo comprobarse, formaba parte del entorno del obispo Fernando Lugo, existiendo al respecto pruebas fotográficas, testimonios de allegados y grabaciones de conversaciones vía celular e Internet.
Hábil en confundir y desviar la atención, Fernando Lugo logró eludir por mucho tiempo todas estas acusaciones con característica retórica cantinflesca y pose indecisfrable.
Respaldado sobre todo por la credibilidad de su calidad de jerarca católico, se amparó en los cerebros lavados por la iglesia de Roma que son abrumadora mayoría en Paraguay, para eludir toda responsabilidad.
Una frase popular dice que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen, aunque en el caso de Fernando Lugo no hace falta de ese gesto para reconocerlo; pues por donde estuvo dejó olvidada su sotana.
No divagaba Thomas Macaulay cuando afirmaba que en la política como en la religión, hay devotos que manifiestan su veneración por un santo desaparecido conviertiendo su tumba en un santuario del crimen.