Chávez, Lula, Morales, Kirchner y otros, como el presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, avanzan todos en la misma dirección – el bonapartismo. Son gobiernos que, en última instancia, representan a la dictadura del capital contra la clase obrera, gobiernos que, como se ha visto recientemente en Venezuela, han perseguido y asesinado a los trabajadores que protestan contra las dimisiones y el impacto de la crisis del capital.
Sin embargo, tales gobiernos fingen estar por encima de las contradicciones de la lucha de clases, como “independientes”, y representan, en general, sectores externos a la sociedad dicha “civil”, como la burocracia (militar, sindical, estatal etc.). Como nos muestra Trotsky: “Si se clavan simétricamente a dos tenedores en un corcho, éste puede equilibrarse incluso sobre la cabeza de un alfiler. Ese es precisamente el esquema del bonapartismo”.
Como también muestra Trotsky, este gobierno es, en general, la antesala del fascismo. Su carácter inestable es la base de su esencia provisional y transitoria. Es un gobierno que cumple la función de poner fin a los sueños republicanos y constitucionales de la burguesía para, él mismo, abrir el camino al fascismo.
Así, si tenemos que rechazar la situación actual en Honduras, tenemos también que rechazar el ascenso del bonaparte Manuel Zelaya, que yá contenía en el seno de su gobierno la posibilidad del golpe.
El derrocamiento de Zelaya y el ascenso de la camarilla militar – en gran medida con el apoyo de los EE.UU. y en contradicción con otros sectores de la burguesía latinoamericana – evidencian, así, la inestable situación de latinoamérica. Con la profundización de la crisis económica mundial, tales características bonapartistas, fascistas o semi-fascistas se profundizarán, tornando aún más inestable la región.
Basta ver la insoluble crisis de dominación que se extiende en Brasil con el gobierno de Lula, en particular desde 2005, donde varios nuevos escándalos de corrupción estremecen al gobierno todos los días. Basta ver los resultados de las actuales elecciones en Argentina, donde Kirchner fue derrotado en las grandes ciudades. Basta ver la situación de Morales en Bolivia, casi derrocado por los conflictos entre los sectores de la burguesía. Basta ver la derrota de Chávez en el reciente referéndum sobre la modificación de la constitución del país.
Es necesario, hoy más que nunca, poner fin a todas las esperanzas en esos gobiernos, es decir, eliminar cualquier tipo de asociación o vínculo con Lula en Brasil, o con Chávez en Venezuela o Morales en Bolivia. No se puede tener cualquier tipo de ilusión, ilusión que hasta hoy desvía la atención de la vanguardia de la clase obrera del punto fundamental: la construción del partido independiente de la propia clase obrera.
¡Tanto en Brasil, como en Venezuela y en Honduras, es el momento de luchar contra los bonapartes y los fascistas !
¡Abajo el bonapartismo y el fascismo de Latinoamérica!
¡Por la construcción de partidos independientes de la clase obrera!