Lecciones para la clase trabajadora sesenta años después de la Revolución China
Movimiento Negación de la Negación | 22.10.2009 20:18 | History | Repression | Social Struggles | World
El levantamiento revolucionario en China fue parte de una nueva ola mundial de luchas de la clase trabajadora y de las masas oprimidas al acabar la Segunda Guerra Mundial. Igual como sucedió en otras partes de Asia, Latinoamérica y África, millones trabajadores y campesinos estaban determinados a zafarse del yugo colonial. En la China de los 1930 éste se había expresado por medio de la brutal ocupación militar japonesa. No obstante, a pesar de esta lucha colosal, la revolución de 1949 no fue ni socialista ni comunista. No llevó a la clase obrera al poder, sino a los ejércitos campesinos de Mao.
Hoy es obvio que China, a pesar de sus pretensiones “comunistas”, se ha integrado totalmente a la economía capitalista mundial, en la que juega el papel de abastecedora principal de la mano de obra barata. ¿De qué otra manera se pueden explicar las felicitaciones que dos presidentes estadounidenses conservadores - Bush padre y Bush hijo - le han enviado a Beijing por motivo del sexagésimo aniversario de la Revolución China? ¿Cómo se puede explicar la manera en que el edificio Empire State ha sido decorado con lucecitas rojas y amarillas —colores revolucionarios de China — para celebrar el acontecimiento? No hay duda que Wall Street aprecia enormemente la contribución que el estado policíaco chino le ha hecho a sus cofres organizando a millones de obreros que trabajan en las empresas internacionales y comprando enormes cantidades de bonos estadounidenses.
Estas celebraciones no difieren en nada del maoísmo y la Revolución China de 1949. Más bien son el resultado lógico de los dos. Aunque el PCCh se estableció en 1921 en reacción a la Revolución Rusa basada en el marxismo, pronto sufrió el impacto del estalinismo que surgía en la Unión Soviética. Bajo condiciones en que el primer estado obrero se encontraba aislado, la pandilla de Stalin, quien representaba los intereses de una maquinaria estatal burocrática y conservadora, usurpó el poder luego de la muerte de Lenín en 1924. Basó su programa político en un repudio al internacionalismo socialista.
Stalin específicamente atacó la Teoría de la Revolución Permanente promulgada por León Trotsky, la cual sostenía que en los países con un desarrollo capitalista atrasado, como en Rusia y China, sólo la clase trabajadora era capaz de cumplir las tareas nacionales democráticas. Luego de apoderarse del poder como líder de las masas oprimidas, el proletariado se vería obligado a poner en práctica medidas socialistas como parte de una lucha más extensa por el socialismo a nivel internacional. Para Stalin la revolución Permanente de Trotsky se convirtió en una amenaza intolerable a los privilegios de la burocracia, cuyos intereses encontraron su mayor expresión en la reaccionaria teoría estalinista del “socialismo en un solo país”.
Para seguir cementando aún más su alianza oportunista con el Kuomintang (KMT) nacionalista de China, Stalin obligó al joven PCCh a integrarse a este partido burgués. Rechazó las lecciones de la Revolución Rusa y declaró que la Revolución China habría de llevarse a cabo en dos etapas: primero la burguesía china cumpliría las tareas democráticas nacionales, y luego, en un futuro indeterminado, se establecería el socialismo. Sin embargo, durante la trayectoria de la revolución de 1925-1927, la clase capitalista china probó ser más mercenaria y corrupta que su contraparte rusa. El levantamiento revolucionario horrorizó al KMT, y éste bañó en sangre al PCCh y a la clase trabajadora. Fue una derrota que indudablemente fortaleció la mano de la burocracia en Moscú,
Luego del 1927, dos tendencias surgieron en el PCCh. Una se viró hacia la Oposición de Izquierda, la cual había advertido acerca del desastre que Stalin había preparado, y adoptó la Revolución Permanente de Trotsky. La otra, dirigida por Mao, concluyó que el problema no era el estalinismo, sino la incapacidad orgánica de la clase trabajadora en dirigir la revolución. El PCCh expulsó a los trotskistas y, bajo la dirección de Mao, cortó sus vínculos con la clase trabajadora urbana y se viró hacia el campesinado y la guerra del guerrillas.
En artículo de gran perspicacia escrito en 1932, Trotsky señaló que el “Ejército Rojo” de Mao era un movimiento de pequeños propietarios hostiles a la clase trabajadora. Su antagonismo se arraigaba en las diferencias de perspectiva clasistas entre el proletariado y el campesinado. El primero representaba la producción socializada a gran escala; segundo al sector de las clases medias decadentes opuestas a la industria y la cultura urbanas. Trotsky advirtió que los ejércitos campesinos suprimirían todo movimiento independiente de los trabajadores cuando entraran las ciudades, con sectores del mando, según pasara el tiempo, convirtiéndose en sector de la burguesía.
Este análisis fue revindicado en 1949. Igual que los partidos estalinistas a nivel internacional después de la Segunda Guerra Mundial, el PCCh inicialmente trató de formar un gobierno de coalición con el KMT burgués, pero fracasó en lograrlo. El líder del KMT, Chiang Kai-shek
That analysis was vindicated in 1949. Like Stalinist parties internationally after World War II, the CCP initially attempted to form a coalition government with the bourgeois KMT, but failed. Encouraged by the emerging Cold War against the Soviet Union, KMT leader Chiang Kai-shek launched a desperate civil war against the CCP. The outcome was determined not by Mao‘s much overrated military capacities, but the profound economic and political weakness of the KMT regime, which virtually imploded. As Trotsky had warned, Mao‘s new “communist” government suppressed any independent initiative by the working class and protected private property. Nothing like the democratically-elected workers‘ councils or Soviets of the Russian revolution were established. The regime‘s abiding fear of the working class was expressed in its jailing of Chinese Trotskyists in 1952.
El nuevo régimen no tenía la perspectiva de establecer el socialismo, sino la “nueva etapa democrática” promulgada por el mismo Mao. Esta visión consistía en crear una coalición de partidos capitalistas y figuras que no se habían fugado con Chang a Taiwán. Las reformas que puso en práctica se limitaron a medidas burguesas: la nacionalización de la tierra; la reforma agraria; varias medidas para establecer el bienestar social más elemental; y la prohibición de males sociales tales como la prostitución y el abuso del opio. Igualmente, la ola de nacionalizaciones en medio de la crisis económica engendrada por la Guerra de Corea no fue “socialista”, sino más bien fueron similares a la política basada en la regulación de la economía nacional puesta en práctica en países como la India. El PCCh simplemente llevó a cabo de manera sistemática el programa de los líderes burgueses del movimiento anticolonial. Nehru en la India es un ejemplo.
Divisiones internas bastante fuertes surgieron en el régimen maoísta. El PPCh se vio obligado a depender de los ex capitalistas y profesionales urbanos para hacer funcionar las industrias, pues la mayoría de los cuadros campesinos no sabía nada acerca de la producción moderna. Este hecho traía consigo la semilla de futuros conflictos entre, por una parte, el radicalismo de Mao, quien reflejaba el antagonismo del campesino hacia todo lo urbano, incluso la industria, la cultura y, sobretodo, la clase trabajadora, y, por otra, los que favorecían el camino hacia el capitalismo. Éstos últimos concluyeron que a la industria a gran escala y al mercado se les tenía que soltar las riendas. Ambas facciones quedaron arraigadas en la perspectiva nacionalista del “socialismo en un solo país”. Eran orgánicamente hostiles a la alternativa socialista para vencer el aislamiento de China, lo que exigía un enfoque hacia la clase trabajadora internacional basado en el programa de la revolución mundial socialista.
Los planes utópicos de Mao para establecer un socialismo rural, comunas campesinas y una industria de “patio trasero” produjeron un desastre tras otro. Todo esto culminó en la Gran Revolución Cultural proletaria que él mismo lanzara en 1966 contra sus rivales facciosos. Cuando los trabajadores comenzaron a controlar la situación independientemente, la burocracia se horrorizó y pronto resolvió las diferencias internas. Usó al ejército para suprimir a la clase trabajadora. Desde ese entonces en adelante, el PCCh propagó el monstruoso culto a Mao para justificar sus medidas represivas, pero no sin disolver el programa de radicalismo campesino. Después de Mao fallecer en 1976, el régimen arrestó a la llamada “Pandilla de los cuatro” y descartó los lemas de la Revolución Cultural.
Mientras los radicales pequeño burgueses de los 1960 y 1970 glorificaban a la Revolución Cultural, los más conscientes representantes del imperialismo estadounidense reconocieron que la índole clasista de la China Roja” y la Unión Soviética no eran lo mismo. Este último todavía era un estado obrero aunque degenerado. Durante el apogeo de la Revolución Cultural en octubre, 1967, Richard Nixon escribió en la revista, Foreign Affairs [Asuntos Extranjeros], que su presidencia venidera un día “traería de nuevo a la China a la comunidad mundial, no como epicentro de la revolución mundial, sino como un gran nación en progreso”.
En el mismo ejemplar de Foreign Affairs, otro analista hizo notar que el régimen de Mao no era tan diferente de los gobiernos burgueses que los movimientos anticoloniales habían llevado al poder. La única diferencia era “la eficacia superior del comunismo chino en promover los objetivos históricamente vinculados al modo capitalista de producción y el orden social creado sobre él...La originalidad del maoísmo se encuentra en los métodos de movilizar a las masas en nombre del comunismo para lograr los objetivos de todo movimiento revolucionario nacional: la industrialización de China y la adquisición de los medios militares (incluso los nucleares) adecuados para llevar a cabo la política de dominación practicada por las grandes potencias”.
Eso es exactamente lo que esencialmente ocurrió durante los últimos 30 años. Nixon se encontró con Mao en 1972 y echaron las bases para formar una alianza antisoviética y abrir las puertas de China al capital extranjero. En 1978, Den Xiaoping enormemente aceleró las inversiones extranjeras y el reestablecimiento del mercado capitalista. Esta movida coincidió con la virada del capitalismo a finales de los 1970 hacia la globalización de la producción y el establecimiento de plataformas para la venta de mano de obra barata. El flujo del capital extranjero se convirtió en una inundación luego que la Masacre de la Plaza de Tiananmen demostrara lo dispuesto que estaba el régimen para usar los métodos más despiadados y suprimir a la clase trabajadora.
¿Cuáles éxitos se celebran hoy? Las reformas limitadas de la revolución de 1949 han desaparecido a medida que el régimen del PCCh y la avariciosa burguesía que éste representa presiden sobre un abismo cada vez más profundo entre los ricos y los pobres. Pero al mismo tiempo que los burócratas del PCCh se unen a los representantes del capitalismo globalizado y alzan las manos para hacerle un brindis a la República Popular China, echan un vistazo nervioso sobre sus hombros y ven a una clase trabajadora china que se no sólo se ha expandido enormemente, sino que también se ha integrado íntimamente a los trabajadores de todo el mundo.
Pero lo que más temen ante todo, en medio de la peor crisis mundial del capitalismo desde los 1930, es que la clase trabajadora comience a aprender las lecciones políticas de la revolución de 1949, rechace el callejón sin salida del estalinismo y el maoísmo, y regrese al camino de la revolución mundial socialista. En China ello significa la creación de una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional - es decir, del movimiento trotskista internacional - para ofrecer la dirigencia revolucionaria necesaria.
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