LA ZONA AUTÓNOMA UNIVERSAL:
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico. | 12.07.2005 07:44 | G8 2005 | Anti-militarism | Globalisation | Social Struggles
Citas de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Comité Clandestino Revolucionario Indígena Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. México, en el mes sexto, o sea en junio, del año del 2005.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
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LA ZONA AUTÓNOMA UNIVERSAL:
(Fragmentos del Autogobierno de la Multitud)
“La clase trabajadora no tiene que alcanzar ideales sino liberar los elementos de la nueva sociedad con que la propia sociedad burguesa, vieja y decadente, está preñada”.
Carlos Marx.
“Cuidado hombre blanco si atraviesas la zona roja / Territorio nómade, urbana selva Lacandona / Solidaridad, cooperación contra mando / Contra el viejo mundo construyendo creando // En tu barrio o ciudad construye la zona roja”
Tema: Zona Roja. Hechos Contra el Decoro, febrero de 1997.
“No hemos sido capaces de imponer nuestras decisiones y objetivos a esos mismos gobernantes que hoy están en la peor crisis que pueden confrontar. (…) hemos de abrir una amplia reflexión y debate en todos los barrios y comunidades de Cochabamba y del país, acerca de la necesidad de construir poco a poco nuestra propia capacidad de AUTOGOBIERNO, para impulsarla en la siguiente movilización. A nuestra inmensa fuerza de paralización del país, debe corresponder una grande y creativa capacidad de llevar a cabo nuestras decisiones más allá de las instituciones oficiales y de los partidos tradicionales que nos conducen una y otra vez al despeñadero. En esta ocasión esto ha comenzado a suceder con la ocupación de los pozos de hidrocarburos, de las plantas de Gas, de las Refinerías, la siguiente ocasión debemos ser capaces, también, de ponerlos a operar para bien de nosotros”.
Comunicado de la Coordinadora de Defensa del Agua y del Gas. Cochabamba, Bolivia, 1 de junio de 2005.
“Habrá que coordinar a los productores para generar redes internas de abastecimiento popular (…) tejiendo lazos de intercambio horizontal por donde puedan circular las experiencias y quizás también productos, de manera de quebrar el predominio del mercado capitalista. (…) Proponemos no ser más anticapitalistas, sino comunistas. Trabajemos para establecer las bases de las comunas, ahora, no después”.
Profesor J, 9 de junio de 2005.
“Arranquemos el sueño glorioso del comunismo a las mistificaciones jacobinas y a las pesadillas estalinistas; devolvámosle su potencialidad de articulación y de alianza entre la liberación del trabajo y la generación de nuevos modos de subjetividad. Singularidad, autonomía y libertad son las tres líneas de alianza que se anudarán sobre el nuevo puño levantado contra el orden capitalista y/o socialista. A partir de ellas podrán ser inventadas, desde el presente, formas adecuadas de organización para la emancipación del trabajo y la libertad”.
Felix Guattari.
“Ese terrible monstruo, que es la racionalidad mercantil, el capitalismo, ese enfoque en donde hacer negocios, ganar dinero y pasar por arriba de los otros es realizarse, ser pleno, lograr la felicidad. Para entendernos, creo que el Mocase es un grito más, de miles, que dice que el capitalismo tiene que ser derrotado”.
Angel del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), julio 2005.
“Sólo con la lucha popular habrá justicia”.
Frente Popular Darío Santillán, 5 de julio de 2005.
1) DEMODURA Y DICTACRACIA.
No estamos ante la dicotomía entre sociedad de control o sociedad de vigilancia, sino ante una sociedad de control y vigilancia. La opción para el poder no es funcionarios o generales, sino políticos más militares. El capitalismo no es una sociedad del espectáculo o de la guerra, sino de la guerra como espectáculo y mercancía. La multitud no se enfrenta a la represión policial y la amenaza militar, sino, a la militarización de la policía y policialización de los militares. El capitalismo no es la dirección de lo político o del dominio de la guerra, sino, de lo político como guerra social encubierta y guerra militar al descubierto. No es sometimiento pacífico de la multitud o dictadura del capital, sino, demodura y dictacracia. Hoy el capitalismo, no se mueve recurrentemente, entre un corte abrupto del régimen democrático del capital, versus, la dictadura del capital; sino, entre la complementación capital-parlamentaria y el estado de excepción permanente. Lo político estatal, no sólo resulta, el universo de la política como guerra silenciada, pero por otros medios; sino que, además, el estado es la guerra sin disfraces, una anomalía militar normalizada como continuación de la política por otros medios. No es derecha o progresistas, sino progresistas de derecha y derecha progresista.
2) EL CAPITALISMO COMO GENOCIDIO DE LA EXCEDENCIA.
La Argentina hace treinta años que vive bajo el genocidio capitalista. Desde 1976 a 1983 se hizo desaparecer, torturó y asesinó 30.000 seres humanos y otro medio millón marchó al exilio. En la actualidad, y acá viene lo escalofriante, aquellos que carecen de dinero se los deja morir en la misma cantidad que hace tres décadas, pero ahora, en sólo un año. Pero hay más; en el mundo, ya no en ocho años, ya no en un año, sino que por día, se hace desaparecer por inanición la misma cantidad de habitantes: 35.000 personas.
Dos terceras partes del globo pasan hambre. En los últimos 20 años hay muerto mas personas por causas evitables que en todas las guerras del siglo XX. Vivimos un mundo unipolar, un universo mercantil, ya sea como economía de los monopolios o como economía socialista del capitalismo burocrático de estado. Todas estas formas, cada una a su manera, forman el imperio. La ruina de la mayoría de la especie humana proviene de la misma causa: el trabajo que valoriza el capital a costa de la vida y la muerte de los hombres.
El desempleo es culpa del empleo. No es una consecuencia no deseada sino su natural consecuencia. El trabajo para continuar valorizando el capital precisa de la desocupación. No es un daño colateral, sino su normal desenvolvimiento. Grandes y pequeños patrones, industriales y agrarios, comerciales y financieros, hipertecnificados y manufactureros, nacionales y extranjeros, progresistas y conservadores, multinacionales y patrióticos; todos, son responsables del genocidio capitalista.
El capitalismo es una sujeción nacional y global donde el trabajo por un salario (y en su forma más amplia, el empleo y autoempleo intercambiable por moneda) produce ganancia; y reproduce, una y otra vez, día tras día, el calvario mundano de los hacedores planetarios. El mundo es un estado permanente de genocidio y “apartheid” universal. Entonces: ¡Cómo no llamar a la vida hecha mercancía, una relación social antagónica entre el capital y el trabajo! ¡Cómo no denominar al capitalismo un exterminio social de la multitud a gran escala!
¿Cómo los EE.UU. no van a militarizar la vida? ¿Cómo la Unión Europea no va a crear una nueva fuerza militar de despliegue rápido? Ambos se preparan, y refuerzan, para enfrentar a una multitud que los mantiene con vida, o los puede hacer colapsar. La expoliación, miseria y descarte del poder hacer, surcan los cuerpos de la multitud. Y aquellos que todavía gozan de un trabajo bien pago, padecen, la insubstancialidad de la vida en una sociedad regida por las reglas heterónomas del capital. Japón, la economía industrial más robotizada, resulta, al mismo tiempo, la que tiene la tasa de suicidios más alta del mundo. Treinta y cinco mil japoneses se matan por año. El suicidio, en las culturas mercantiles hipertecnológicas, es una forma inducida más de genocidio.
(…)
Mientras la acción directa, las insurrecciones, y la autonomía de masas no se organice como el poder constituyente que nace del hacer de la multitud, (sea en el altiplano boliviano y la ex Alemania del Este, en Haití y Somalia, en Costa de Marfil y Ucrania) mientras no salde esta deuda con ella misma; conviviremos, con una alta abstención electoral y con el voto cínico que apuesta al mal menor. Este es el precio que pagan los trabajadores, al no zanjar la disyuntiva, entre el poder constituido del capital versus el poder constituyente del trabajo. Entretanto, no pudiendo superar la relación social capitalista como poder político delegado en el estado; los electores y los no electores, seguirán meciéndose, entre la abstención, el sufragio conservador y el voto progresista.
(…)
Chiapas, Seattle, Génova, Niza, Cabila, Buenos Aires, La Paz y Kiev, muestran que la multitud está en movimiento. Algunos alterglobalizadores fantasean que otro mundo es posible en el capitalismo; y otros entienden que hoy el capitalismo es sólo guerra, precarización, subconsumo y muerte. Una relación social universal que no admite retoques reformistas.
(…)
El capital es cualquier cosa menos un enamorado de lo popular. Entre 2001 y mediados de 2002, las empresas se llevaron de la Argentina 27.000 millones de dólares.
En los últimos doce años, de 1991 a 2003 (a costa de medio millón de desaparecidos por el hambre y el subconsumo de la multitud) los activos de argentinos en el extranjero, pasaron, de los 50.00 millones a los 120.000 millones de dólares.
Por lo visto para la burguesía Argentina, la única patria, es el lucro a costa de salarios chinos y medio país en la miseria. El resto, no es más que palabrerío patriotero kirchnerista.
Al tiempo que el gobierno nos dice que el combate al trabajo en negro será frontal, el empleo no registrado, es el más alto de la historia Argentina.
(…)
No hay marcha atrás del capital, sino contra su voluntad. Los empresarios se tecnifican cada vez más o perecen. Los países “prósperos” del imperio exportan la lucha de clases como guerra social abierta sometiendo por la fuerza nuevos territorios. Y aplazan todo lo posible la explosión de la lucha de clases, que se desarrolla en su casa, como guerra social encubierta.
La producción de mercancías no tiene un fin autónomo. Su único fin es el lucro. Sin mercancía no hay inclusión del trabajo humano que valorice el capital. Para esto se produce bajo las reglas del capitalismo, ni más ni menos. El único sentido de la producción de los capitalistas es el incremento de sus ganancias. Aumentar el capital puesto en juego a costa de nuevo plusvalor humano. Todo lo demás es un adorno dispendioso. Miles de billones en militares y policías, leyes y coimas, clase política y noticias espectáculo; complementan un sistema social planetario que alimenta a una clase social parásita, que necesita subordinar: por la fuerza y por el consenso, con su estado de excepción genocida, representativo y mass mediático, el robo del trabajo ajeno.
3) EL LABORATORIO TELEFÓNICO.
Los trabajadores también pueden ponerle un valor a su hacer. Un valor carente de toda media monetaria, un valor de uso. Un uso, goce y consumo del hacer sin valor dinerario. Una medida sin medida mercantil. Una medida que niega todas las medidas de la compra venta. Una medida del no trabajo. Una no medida del trabajo como valor de cambio. Un éxodo del comando patronal y un rechazo al trabajo mercantil. Su resultante colectiva, en todo caso, es la exclusiva medida del empleo necesario para que el sistema social anticapitalista funcione, el resto, sobra. La diferencia, el tiempo excedente, es trabajo para los capitalistas que queda abolido, y se transforma, en tiempo libre de trabajo.
(…)
Toda resistencia del trabajo contra el capital pelea por ser cada vez menos excedente y explotada. Pero disociada del resto de la multitud, no supera, ni puede superar por sí sola, al capitalismo como encadenamiento nacional y universal que se extiende más allá de la estrechez de las empresas de telefonía. Una sujeción planetaria constituida a partir de la violencia económica del robo del trabajo humano a cambio de dinero; expandida por la circulación de las ganancias acumuladas, proveniente del plusvalor en su forma monetaria a través del mercado financiero; y garantizada por la subordinación y el consenso del trabajo bajo la soberanía del estado, como una forma más, de la mercancía.
Pero el universo capitalista se desarrolla en cada país capitalista. Los hacedores no esperan el momento óptimo para lidiar mundialmente contra el capital, sino que con su antagonía, crean los momentos propicios para vencerlo. El capital como universal concreto que se despliega en la Argentina, enfrenta la antagonía concreta de los trabajadores argentinos.
(…)
La disponibilidad del trabajo no es algo que sólo ataque a la fuerza laboral descartada por el capital por infravaluable o subvaluada bajo la forma del desempleo y la pobreza. Por el contrario, el excedente superproductivo de trabajo inmaterial es el “plus” de riqueza cooperante que carece de medida y del que no puede apropiarse el capital. En ambos casos, es un hacer inacumulable. Uno material y subproductivo; el otro, inmaterial e hiperproductivo. Uno es lo sobrante, lo innecesario del trabajo porque su valor está por debajo de la autovalorización maquínica del capital; el otro, porque está muy por encima de la acumulación de ganancias privadas. El trabajo supernumerario cuestiona las formas políticas de la mercancía que adopta el capital. Formas como el estado, que ya no responde a la nueva criatura constituyente proveniente de la carne y el intelecto del trabajador posfordista.
La excedencia laboral, y el trabajo cooperante, son cualidades que llegaron para cortocircuitar todas las formas representativas del valor de cambio del trabajo: el sindicato del obrero masa, el partido único de vanguardia y el estado nacional. De ahí, las nuevas formas que adoptan los desocupados como movimiento piquetero; y del general intellect con las asambleas y los cuerpos de delegados, que se organizan mas allá, del sindicato legalmente reconocido.
(…)
Tengamos presente que la tecnología en manos del trabajo nos libera de la rutina del empleo; en cambio, en manos del capital destruye puestos salariales y aumenta en un grado superior la expoliación de aquellos asalariados que mantienen sus puestos. Siempre que los patrones incorporan nuevo trabajo muerto, en su forma de capital maquínico, es para ahorrarse sueldos y dominar más intensamente la subjetividad laboral.
(…)
Pero si hay algo que caracteriza a la antagonía de la multitud contra el estado y los patrones son los métodos de la autonomía: ocupación de las calles desplegando el conflicto en el espacio público; decisiones consentidas de manera democrática, horizontal y asamblearia; difusión de la lucha por medios propios; reclamo por la vía de la acción directa; y toma de empresas y edificios estatales.
La multitud se reencuentra en la lucha. Mas allá del lugar que ocupe en la reproducción del sistema capitalista, la insubordinación, es constituyente de la nueva composición de clase de la multitud. Autoexprimidos, empleados y desempleados, van formando un todo común y singular al mismo tiempo. A partir de los propios intereses de cada sector van superando su visión fragmentaria. Una praxis estupendamente expresada por los compañeros de Zanón, cuando dicen, que la fábrica no es sólo de los trabajadores sino de todo el pueblo.
Sin despreciar ninguna forma de rebeldía, el desafío, es desarrollar una basta composición de fuerzas anticapitalistas que se co-relacionen en la lucha; todas ellas tributarias de las diferentes experiencias organizativas. Hace falta combatir en todo el magma de significancias sociales. En el campo de lo simbólico, en el imaginario, y en el económico. En el arte y el estado, en las aulas y la prensa, en los barrios y las empresas.
El reto no es crear “La agrupación” constituyente. Sino que, cada uno y una, cree su herramienta de insumisión. Pero como autonomía no es autismo, a partir de la voluntad de avanzar en conjunto, cada máquina de guerra podrá colaborar en instituir una red de redes de vínculos grupales, que convine, las diferentes afinidades del común. En ese intento está hoy la multitud, por cierto, no libre de tropiezos. Ningún grupo puede liberar a todos. Cada uno, y en conjunto, nos podemos emancipar de los capitalistas, el dinero y el estado; o de lo contrario, no habrá liberación del amarre social mercantil. Esta es una tarea para todo un movimiento de movimientos anticapitalistas, que reflexione críticamente, sobre lo hasta aquí hecho y lo que resta realizar.
En el posfordismo, no hay subjetividad escindida de la objetividad. Ni cambio social parcial que sustituya un cambio social de raíz. Resistencia no es victoria. Dicho de otro modo, sin un área autónoma anticomercial no hay trabajo vivo independiente de la dominancia del capital como trabajo muerto acumulado. Pero ni aún así, esto reemplaza la necesidad de abolir social y completamente el trabajo como mercancía, como valor de cambio que adopta el capital en todas sus variantes: como salario y ganancia, interés y renta. Una subjetividad del hacer objetivada en lo hecho, que circula de manera ampliada en el mercado bajo el comando del estado. Una sociedad de la compraventa cuya clase privilegiada se opondrá con todas sus fuerzas para que la revolución social puesta en movimiento no termine con ella.
4) AUTOGOBIERNO: UN MUNDO POSESTATAL.
No hay una dialéctica insuperable entre espontaneidad y organización de la multitud. Entre inexperiencia y amistad. No se le puede reclamar a los que irrumpen que antes se hayan conocido y querido para poder actuar. En cambio, resulta vital que aquellos y aquellas que transitan hace un tiempo caminos similares, se conozcan, afiancen sus vínculos fraternos y se unan. No hay dicotomía entre insurrección y contrapoder, ambos, se necesitan para poder vencer.
Las redes productivas, reproductivas y de consumo, de las que succiona su energía el capital, han sido creadas por una multiplicidad de hacedores de la vida. Sólo resta que se hagan de ellas de manera completa para comenzar con una nueva vida. Cambiando, de ser necesario, el sentido de la técnica capitalista; pero disfrutando de cada adelanto tecnológico considerado liberador del trabajo como yugo. Vida + tecnología, empleo de la existencia sin capital; trabajo vivo + trabajo muerto; pasado y presente; red y asamblea.
La asamblea tiene un registro físico en el cuerpo a cuerpo de sus participantes, y otro de modo virtual por vía telemática. Cuando se edifica un poder constituyente con una perspectiva anticapitalista, antiestatal y antilucrativa, en diferentes puntos de una provincia, país y aún del planeta, los acuerdos se están produciendo y reproduciendo simultáneamente. Aunque nunca antes los actores sociales se hayan cruzado en sus vidas, millones, están participando de una causa común desde cada singular rincón del universo. Los nodos ya existen, la red de redes está puesta en marcha, su interconexión con sentido antimercantil, sólo depende, de la voluntad de la multitud antagonizando irreductiblemente al capital, para así, lograr, su emancipación universal.
El asambleísmo constituyente no es un espacio social donde se recree la división entre hombre económico y hombre político. Donde el individuo social sea un productor de mercancías por dinero que trabaja de día, y se transforma en un sujeto que se dirige extenuado por las noches a crear la política asamblearia. De ser así, basta comprobar como la necesidad de venderse para vivir fue el enemigo más poderoso para vaciar asambleas en Argentina. Sin funcionamiento en simultáneo de lo económico, lo social y lo político, estaríamos sustituyendo la democracia representativa, por otra, más o menos participativa. Donde, como siempre, actuarán los mas conscientes, aquellos a los que le sobra el tiempo y los que viven del tiempo ajeno; por consiguiente, una minoría. Tiempo libre y tiempo político necesita integrarse en el nuevo tiempo social, del ocio y del hacer, de la multitud.
Si se continúa persiguiendo la mercancía en cualesquiera de sus variantes, con economías cooperativas, ecológicas y solidarias, la democracia directa no dejará de ser más que una ficción. No alcanza con despedir al patrón de la fábrica. Donde no queda abolida la mercancía fuerza de trabajo de manera social, por más buenas intenciones que tenga la autogestión insular de sus participantes; el salario, el mercado, la moneda y cualquier variante de democracia delegativa como forma política de la mercancía, seguirá gobernando la vida de los asambleístas.
(…)
El poder nace del trabajo, nace del hacer. Entonces de lo que se trata es de desapoderar a los patrones para que no puedan seguir comprando el obrar de la multitud. El poder nace de la potencia de la creatividad, de la cooperación, de la producción material e inmaterial. Nace de la libertad y la igualdad. Nace de la dignidad y la fraternidad. Nace del odio de clase contra los capitalistas que disponen del trabajo ajeno. Nace del amor entre desheredados y exprimidos creando una nueva forma de organización social.
Abolido el salario y la producción por dinero, y por lo tanto extinguido el capital; una multitud, origen, centro y resultado del hacer colaborativo; constituye, se autoconstituye y con-[forma] un nuevo poder constituyente. Consecuentemente, carne y conciencia, deseos y valores, instintos y energías, instituyen un poder autosoberano. Una multitud autogobernable. Un hacer autónomo de las mayorías.
¿Un territorio que no sea una nación? ¿Una federación de mujeres y hombres libres? ¿Una confederación que no esté integrada por países? ¿La unión mundial del agua, los minerales, la tierra, los combustibles y el trabajo? ¿Puede existir una organización institucional de la autonomía que no sea un estado?
Autonomía, colaboración, autosoberanía, cooperación y autogobierno. Con estos comportamientos de la multitud, los viejos conceptos modernos de la delegación del poder popular, competencia entre razas y naciones, soberanía estatal, rivalidad religiosa y gobierno representativo, sufren un trastrocamiento histórico.
La celeridad del ciclo posfordista desquicia todas las viejas temporalidades de los ciclos económicos que conocimos. Lo que le sobra por hiperproductivo o por subproductivo al capital, deriva en un estado de masas descartables. ¡Pero cuidado!, la excedencia no es sólo pobreza, sino una enorme riqueza inacumulable por los empresarios. El capital quiere absorber toda la vida para hacerla ganancia, pero no puede. Quiere que las redes cooperantes dependan exclusivamente de su comando, pero no puede. Quiere que el intelecto general, el cerebro colectivo de la carne de la multitud, se subordine únicamente a su lógica mercantil, pero no puede. Hoy el boicot al trabajo no proviene de una práctica exclusiva de los trabajadores, sino principalmente de los propios empresarios. Tienen que obstaculizar sistémica y sistemáticamente el instinto anticapitalista del común, o sea, mantener fracturada a la multitud y privatizar el conocimiento que surge de ella. Un saber que se procesa comúnmente y del que se desprenden logros comunes. En tiempos de paradojas posfordistas, el capital precisa la más plena libertad (para transformar la creación, pasiones, imaginarios, y formas de existencia alternativas del general intellect) para lucrar con ella y capitalizar lo inmaterial; pero la libertad absoluta lo mata. Necesita el mas férreo control para impedir la emancipación del trabajo, pero entonces la imaginación crítica, los deseos, y las nuevas formas de vida que lo alimenta; se mueren.
(…)
Exodo electoral, contrapoder y sublevación. Todos estos caminos tentativos son el fruto del mismo proceso de constitución de la multitud. Si el capital no sólo produce mercancías, sino que reproduce las mismas relaciones sociales que garantizan la producción de mercancías y la forma estado; la antagonía de la multitud, no sólo produce y reproduce al capital, sino que, también anticipa y desarrolla desde su autonomía la posibilidad de la sociedad futura anticapitalista. Una humanidad sin políticos y empresarios, sin división de poderes y moneda, sin estado y mercado.
(…)
Esta gigantesca transformación social de la que somos parte, esta mutación civilizatoria que involucra a todos; produce efectos instantáneos, movimientos subterráneos de largo alcance, obvias explosiones de rebeldía, y otras de consecuencias insospechadas que pueden terminar en revoluciones. Las victorias y derrotas de la multitud son permanentes, como las del propio capital. Acumulación de agravios, acontecimientos, rupturas, y procesos sociales de largo aliento, todo en uno. La multitud actúa en la epidermis social y subyacentemente en el novedoso imaginario en gestación. Sus nuevos significantes sociales radicales, se incuban, fuera de la mirada de los mass media y eclosiona en el territorio. Por momentos resulta incomprensible su dinámica intempestiva y demoledora y su proyección social de consecuencias impredecibles. En la era de la subsunción real del trabajo en el capital, de la inclusión del hacer en el mercado, de la sociedad productiva en la matrix; “la pax democrática” (como dominio consensual de los patrones sobre los trabajadores) es una “rara avis”, una especie exótica. Por eso, ante cada ajuste del torniquete para incrementar las ganancias empresarias y consolidar su dominio, detonan, conflictos múltiples en las diferentes fracciones de la multitud. Retiro de planes asistenciales, encarcelamiento de los luchadores sociales, negativa de aumentos salariales, peores condiciones laborales, confirmación de la impunidad de ayer de los genocidas con uniforme, y la actual inmunidad de los genocidas silenciosos del capital-parlamentario; todas estas afrentas contra la multitud, se transforma en una apuesta del capital de difícil concreción ante la antagonía del trabajo.
El poder, el estado, la política es una relación social, no una cosa. La coacción del poder sin hegemonía social sobre las masas, como puro dominio de la fuerza desnuda del capital por intermedio del estado, como manifestación excluyente del poder político contra la multitud, profundiza las grietas del suelo social; haciéndolo cada vez menos sólido.
Lo que caracteriza este tiempo histórico es la inestabilidad y lo antiteleológico del proceso de lucha. Como nunca en 20 años, los capitalistas no tienen comprada la historia. Por cierto que tampoco la multitud. Pero justamente, este incierto desenlace del movimiento humano en su conjunto, es lo que permite que lo aparentemente macizo del dominio capitalista se tambalee, y lo potente de la fuerza de trabajo se consolide como poder autónomo del capital.
Por supuesto que los conflictos no son lineales. Se están desarrollando al interior del magma de significancias sociales dominantes que intenta reabsorberlo, al mismo tiempo, que pujan por su independencia de todo lo conocido.
Si el poder está en el trabajo como vínculo social, entonces, la potencia del hacer es una fuerza política. La plusvalía nunca se realiza como ganancia privada dentro de las cuatro paredes de la empresa. No es un vínculo personal obrero-patrón. Por eso por más que se expropia, esta o aquella empresa, la que sigue comandando a la unidad okupada es la relación social capitalista que la trasciende. Aquellos que dicen lo contrario, que construyendo nuevos vínculos personales y grupales (sin un área social autónoma libre del estado, del mercado y de la moneda) se están liberando del capitalismo; mienten o se autoengañan. La liberación del capital será social, como social es la moderna esclavitud al servicio del lucro empresario. De lo contrario, no habrá liberación de la especie humana de los parásitos capitalistas. La redención de la energía colectiva expropiada por los patrones precisa emanciparse socialmente para recuperar el dominio de su destino.
La política es una fuerza común creativa. La carne del trabajo es lo que produce y reproduce la vida social, lo que actualmente se entiende por economía política de las relaciones sociales capitalistas. En cambio, las redes universales autogestivas del común, aboliendo lo económico como ciencia y función diferenciada de la especie; ubica a lo social, lo económico y lo político como el origen, medio y fin de la multitud en permanente transformación. Una nueva relación social. Un poder constituyente perpetuo.
La tensión entre la división del trabajo y la forma de relacionar lo hecho con la mediación de la mercancía; es decir, el hacer de los trabajadores fracturado por el capital, una forma de vínculo que une separando; se enfrenta, a la antagonía del mundo del trabajo y a su propia unidad que aspira a separarse de la mediación de la mercancía que mantiene con vida el dominio del capital. Los patrones unen a la sociedad dividiendo a los trabajadores, inversamente, los trabajadores se reencuentran separándose del lazo que le imponen los empresarios.
Si el capital no amplía la colaboración del intelecto general de masas como cerebro colectivo de la multitud perece. El desarrollo cooperante del general intellect es una fuerza valorizante del capital, pero también, es su potencial sepultura. Si no segmenta la unidad del trabajo inmaterial bajo la forma de la mercancía, como valor de cambio y trabajo por dinero; el hacer como valor de uso tiende a unificarse bajo la cooperación, sin necesidad, de mediación alguna. Recobrando el puro uso sin valor, que beneficie el libre usufructo y consumo del trabajo de cada cual; según lo que necesite cada quien. Un hacer recíproco sin ninguna prestación monetaria a cambio. Fin del valor de cambio, del trabajo abstracto y de la mercancía. Fin de la comercialización, del capital como trabajo muerto y del estado. Reinado del valor de uso, del trabajo concreto, del libre beneficio sin la mediación de la mercancía dinero, recuperación de las máquinas como trabajo muerto acumulado puesto a disposición de toda la multitud, y un nuevo poder constituyente. Un mundo de redes autogestivas que unifica sin masificar. Que reúne sin uniformar. Que articula singularidad y comunidad, lo objetivo con lo subjetivo, lo económico con lo político como potencia de lo social.
(…)
Argentina está nadando en riqueza mientras millones se ahogan de hambre: el PBI del 2004 creció otro nueve por ciento y el superávit fiscal fue de 17.000 millones de pesos. Se pagaron 10.600 millones de pesos entre capital e intereses de la deuda externa, y otros 2.000 millones de intereses de los títulos que no están en default. El ahorro fiscal fue del 6,2 % del PBI, y el superávit del Banco de la Nación Argentina ha sido del orden de los 900 millones de pesos. El superávit comercial de 2004 es de 12.000 millones de dólares y la inversión creció un 35 por ciento.
(…)
Un mundo poscapitalista es una demanda y una práctica de la propia multitud. Un mundo donde el trabajo excedente del capital, que no puede ser disciplinado directamente por el hambre y la guerra, no les deja más opción a los empresarios que, mientras no los pueda arrasar; tolerar las redes de autoconsumo y una reproducción simple del capital en su variante cooperativa. Formas de gestión social, que por otro lado, no constituyen nuevas relaciones sociales antagónicas y anticapitalistas. Sino que son variantes personales y grupales que no confrontan con la hegemonía de la ley del valor.
(…)
No provendrá de la reedición de ninguna nueva forma de socialismo, así sea posestatal y en red, la que termine con la expoliación de unos hombres y mujeres por otros. En todo caso un área autónoma global, otro mundo, una coordinación interplanetaria, una composición de nuevos territorios autodeterminados; para evitar retornar a los dominios mercantiles, precisa, fundar un universo pos-estatal, pos-nacional y pos-dinerario en cualquiera de sus formas. Sea capitalista o sea socialista.
Conformando una nación de naciones, un país común compuesto por los territorios singulares emancipados del capitalismo. Un país red. Un área país. Una zona común integrada por las porciones secesionistas de cada nación. En vez de una asociación de comercio libre, una asociación libre de comercio. Un área libre sin comercio. El fin de la nación, los países y el mundo como hoy lo conocemos.
Una tierra compuesta por unidades productivas cooperantes, retazos de barriadas, porciones de provincias, condados y regiones, y aún países completos que se separan del viejo mundo. Pero integrando todos juntos un territorio común como parte del nuevo mundo. El sureste mexicano con sus caracoles; el Alto Boliviano con sus quinientas juntas vecinales en las que está organizada una multitud de 800.000 mil habitantes; los miles de hectáreas okupadas en Brasil por el Movimiento de los Sin Tierra; las comunidades indígenas del Ecuador y Perú; las urbes argentinas donde las brazas del “Que se Vayan Todos” le quema la nuca a la clase política, las redes piqueteras de autoconsumo, las asambleas que resisten, y las 12.000 trabajadoras y trabajadores de empresas recuperadas argentinas; los laboratorios sociales del precariado en Inglaterra y España, Italia y Alemania; media Ucrania; las aldeas independientes de Argelia; las multitudes nigerianas y de Costa de Marfil que buscan recuperar sus recursos naturales; y el millón de menesterosos haitianos de la villa Cité-Soleil que están enfrentando la ocupación de la ONU. Estas y otras miles de prácticas invisibilizadas por los grandes medios, pero no por ello menos existentes, socavan al imperio y fundan el nuevo mundo de la multitud desde las propias entrañas del capital. Que es igual que decir, desde las propias entrañas del trabajo que lo sostiene pero que antagoniza con el capitalismo para independizarse de él y articularse mas allá de su dominio.
Esto no significa que se combata por liberar todo el territorio nacional donde esté asentada cada experiencia donde se confronta al capital. Ni que no haya que concluir con el poder dominante. Ni que la autoorganización niegue la antagonía contra el capital, que por otro lado, no se podrá evitar porque ninguna clase dominante se suicida. Autonomía no es atomización ni autismo. Ni el éxodo del capital es la reedición posmoderna de la isla de Robinsón Crusoe. Tampoco significa que se desprecie la reivindicación por mejoras salariales y más presupuesto estatal en beneficio de la multitud, mientras el asalariamiento y el trabajo por dinero, sea la forma dominante del corsé social.
(…)
Todas y cada una de las luchas resultan valiosas y necesarias. La particularidad de cada una de ellas, debe servir, para potenciar lo común que la multitud tiene como clase. El desprecio a ser los esclavos modernos de otros hombres, la conquista de la más plena libertad, el amor por la igualdad humana expresado como la ontológica diferencia de cada persona, y la autosoberanía del trabajo que no precisa de ninguna mediación estatal y mercantil para autogobernarse. Lo común en lo singular y lo singular en lo común. La democracia de la multitud como proyecto posible y concreto.
La resistencia se transforma en una suerte de asedio y éxodo. Asedio contra los intereses capitalistas y éxodo mas allá del capitalismo. Pero también al revés. Se resiste para retener y ampliar lo conquistado, mientras se produce el asedio del propio capital para demoler y cooptar cada experiencia de éxodo.
El asedio es mutuo entre el trabajo y el capital. Como bifronte y recíproca es la relación social antagónica que constituye el imperio. El capital combate cada expresión de emancipación social por más pequeña que sea. Al mismo tiempo que, cada una de ellas, entrelazándose con otras que actúan fuera de sus fronteras geográficas se autodefienden mutuamente del enemigo común: Los empresarios y sus estados. Y todos los dispositivos del imperio: las burocracias sindicales, las ONG´s sistémicas, las personalidades que viven a costa de los que luchan, los movimientos sociales meramente reformistas, los saboteadores de la contrainformación, las nomenclaturas religiosas, los comunicadores de los mass media, los partidos del sistema en cualesquiera de sus variantes, los policías, jueces y militares.
Una red de redes comunitaria y antimercantil. Una red sin nodo central ni núcleo rector. Una bandada que desquicie todos los aparatos de captura de la insumisión. Que impida que las fuerzas del orden puedan concentrar su maquinaria bélica en un solo punto. Una resistencia que se defiende expandiéndose y no acantonándose en ningún baluarte particular. Donde cada unidad bioproductiva y cultural de trabajo humano liberado, cuente con los recursos naturales, tecnológicos y de infraestructura de todo tipo, en cada una de sus latitudes.
Para todos, todo. Donde cada individuo social entienda que lo propio es fruto de lo común, y el fruto de lo común es propio. Que lo de todos es producto del esfuerzo de cada uno. Y lo de cada uno resulta una realización de todos. Donde la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y distribución, no impide, el respeto de la propiedad personal obtenida por el esfuerzo individual como parte de un trabajo colectivo. Donde persona, grupo y colectividad, no se superponen, ni se homologan; sino que se complementan y diferencian. Este es un nuevo mundo de singularidades. Una identidad geográfica y social, compuesta, por múltiples identidades sociales y geográficas. Un mundo de los comunes donde quepa cada uno de los nuevos mundos singulares.
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En Chiapas hay buen café, pero sobre todo hay una ética del hacer que no quiere perecer triturada por el invierno mas crudamente mercantil que domina el mundo, al ampliar el intercambio de lo que hace en los caracoles con empresas dominadas por el lucro capitalista. Una tensión que afrontan los zapatistas entre: no condenarse al autoconsumo, y disponer de un excedente que no sea utilizada para una acumulación originaria de capital que demuela todo lo hasta aquí tan arduamente conquistado.
¿Que pasaría si lo que excede de la creatividad autodeterminada de cada nodo de la resistencia, pudiera disponer, de los sobrantes que tengan otros nodos anticapitalistas? Si los bienes materiales se complementasen, sin mediarse por la moneda, con los bienes inmateriales de cada zona liberada en América Latina y el mundo entero. Si una basta zona pública y no estatal, mundial pero no globalizada por el capitalismo, se abasteciera recíprocamente a partir de lo que produce cada nodo productivo y cada talento, cada obrar intelectual y manual, cada sueño insumiso y cada pensamiento. Si fueran parte, en cada una de sus partes, de un mundo de muchos mundos en continua expansión. Y como tal, el mejor mecanismo de defensa que preserva y prolonga las nuevas relaciones sociales anticapitalistas de cada territorio emancipado.
Si la palabra solidaridad tiene algún sentido superior a la hipócrita caridad burguesa, es a partir de un hacer, un imaginario, y una voluntad reflexiva en común. Una biopolítica anticapitalista, es decir, el reencuentro de la vida con la política mas allá de lo político estatal; la fraternidad entre oprimidos con la antagonía a los opresores; la riqueza social con el fin del mercado. Una nueva relación social entre la naturaleza y la humanidad rebelde, entre la palabra y los cuerpos, el hacer y el pensar, las manos y el cerebro, entre los afectos con la ética. Un proyecto universal anticapitalista entre los cuerpos de la multitud como cerebro colectivo del intelecto general de masas.
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La línea roja de los conflictos por venir, es la línea de excedencia del trabajo. Para decirlo de otra manera: la profundización del combate anticapitalista, detona en un caso, ante un desempleo estructural, permanente y sistémico, en función de un trabajo inacumulable por improductivo. Y por el otro, ante una mayor precarización, polifunción y despidos, por un trabajo inacumulable para el capital por hiperproductivo.
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Excedentes no son únicamente los indigentes que le sobran y descarta el capitalismo. No son simplemente los inempleables por un salario. Excedente es también el trabajo hiperproductivo. Excedencia no es solo pobreza, sino también riqueza. Excedencia es potencia. Al capital cada día le sobran más de las dos cosas. No puede acumular toda la riqueza del trabajo y para no desvalorizar el capital puesto en juego, y poder seguir midiendo en tiempo y moneda la fuerza viva del hacer, expulsa a los empleados sobrantes. El capital hace agua cuando el trabajo está muy por encima de su capacidad de acumulación de valor y también cuando está muy por debajo. Al capital le sobran asalariados. Es mucha potencia la que debe descartar para no colapsar. Por eso el posfordismo mantiene sobreocupados y subocupados a los que ganan un salario, y desemplea al resto. Por eso precariza a la mayoría y tiene en estado de infortunio latente a toda la multitud.
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Si el posfordismo es, entre otras cosas, el reinado de la multitud que implica y desborda al trabajador asalariado; Si la sociedad toda de la producción, reproducción y circulación del capital queda atrapada en la mercancía al mismo tiempo que la excede; Si la fábrica ha sido desbordada como lugar privilegiado de la producción de ganancia privada y el conflicto de clase; Si cada vez se difumina mas la línea que divide tiempo de trabajo con tiempo de vida, entonces, el conflicto de clase está en todos lados y existe todo el tiempo. En el barrio y la fábrica; en la escuela y los campos; en el piquete y la asamblea; en la facultad y en el arte; en el ciberespacio y el estado; en el corte de ruta y la toma de empresas. En el escrache a los torturadores de ayer y en el escrache a los asesinos del gatillo fácil de hoy. En la memoria histórica de los caídos por luchar en los ’70, en las víctimas asesinadas desde 1983, y en la lucha del presente, como ejercicio anticipatorio de la memoria del mañana, por los caídos bajo el hambre capitalista de hoy.
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Si el capital busca transformar todo en mercancía, toda antagonía contra el capital autovalora a la multitud y desvaloriza a los patrones. Si la educación y la salud, el lenguaje y las ideas, el universo simbólico y deseante; tienden a transformarse en valor, toda insubordinación discursiva y afectiva (todo acto de contracultura y contrainformación, toda expresión artística contra el imaginario y el discurso dominante del poder, todas las redes inmateriales que tejen los cuerpos resilientes) resultan dispositivos afectantes contra el capital, y efectivas formas de resistencia. Todas y cada una de ellas, constituyen un muestrario de las distintas maneras de combatir al capitalismo. Ni mas ni menos valioso que cualquier conflicto gremial. Si el capital no pudo arrasar la resistencia después del argentinazo, la masacre del Puente Pueyrredón, y los crímenes en el boliche Cromañón; es, entre otras razones, porque ella no se recluye y acantona en las empresas y el estado que invisibiliza y reabsorbe las luchas. No queda oculta detrás de los muros patronales sino que se desliza por todo el territorio social del espacio público. Una insubordinación que resulta acompañada -o directamente protagonizada- por cronistas de su propia resistencia; por una red de videístas contraculturales en estado de rebelión; fotógrafos y periodistas independientes que aborrecen de las leyes heterónomas del capital; revistas y radios comunitarias insurrectas; TVs piqueteras y páginas digitales insumisas. Medios en lucha y en medio de la lucha. Medios de lucha y para la lucha. No son únicamente observadores implicados con la realidad combatiente de la multitud, lo que no sería poco, sino que ellos mismos son la multitud que actúa con sus imágenes tiernas y candentes, y sus voces y palabras, crudas y bellas. Una multitud que, mostrándose y mostrando se autoprotege. Y recíprocamente, colabora con el cuidado de todos aquellos que expresan su hartazgo y vocación de cambio de todas las formas posibles. Un registro de la insumisión que rebasa el papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas del ’60 y ’70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado, entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y militante social.
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Que pasaría, si en cualquier país, incluso la Argentina, una provincia se autonomiza anticapitalistamente del control estatal. Se dirá que el poder militarizaría la región y acontecería la más brutal represión. ¿Pero acaso creemos que la multitud se quedaría impávida contemplando como se bloquea y devasta la posibilidad de conquistar finalmente la más plena libertad? ¿Quizá esto, no aparejaría, la solidaridad de la multitud en otras provincias y aún de otras partes del mundo? ¿No será, que tal vez, millones en el planeta están esperando un acontecimiento con estas características para hacer lo mismo? ¿Y porqué no pensar que en vez de defender exclusivamente el bastión insumiso, en cambio, otros nuevos bastiones surgirían en el mundo entero como un medio de defensa cosmopolita? ¿O qué, para defenderse mutuamente, los cientos de nodos municipales y regionales, barriales y comunitarios; unirían sus recursos para potenciarse recíprocamente desde cercanos y remotos lugares donde estalle la autonomía constituyente? No hay un manual del doble poder aplicable, indistintamente, para todos los tiempos y para todos los países. Del mismo modo que el capitalismo como modo de producción se revoluciona o perece, la nueva ciencia del antagonismo es respeto por los que nos precedieron y, al mismo tiempo, tozuda creación.
En Irak, donde el imperio lleva al paroxismo la conquista política como guerra; la mejor defensa para la victoria de la resistencia iraquí está en cada resistencia mundial que obliga al capital, y a todos sus estados, a desenvolverse en un conjunto de territorios. Impidiendo la concentración de las fuerzas represivas en un solo país. Del igual forma, la mejor defensa para los insubordinados en cada rincón del planeta son lo insurrectos iraquíes. Una intransigencia que le está enseñando a la mayor máquina de muerte capitalista de todos los tiempos que, contra una multitud decidida, consecuente y organizada descentralizadamente, no hay tecnología bélica suficiente que pueda terminar de someterla.
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Por consiguiente, ¿Quién le teme al anticapitalismo? Los pequeños capitalistas que (por convicción o desesperación, por su propia voluntad o por la ruina inducida por el sistema mercantil) respeten la auto-nomía, las nuevas normas que instituya la multitud del poder constituyente, no tienen nada más que perder, que las llaves de los grilletes que encadenan a la multitud al martirologio del hacer por dinero. En cambio, si lo que prima en estos patrones, como en todos, es la acumulación de capital como poder social, su reproducción como clase dominante a costa del dominio de los más, la compra del trabajo por un salario para perpetuar y engrosar su fortuna; de ser así, tienen que prepararse para la oposición irreductible de la multitud a su egoísmo, intereses y prepotencia. Y enfrentarse a una polifacética rebelión social, que despunta y recorre, todo el globo terráqueo.
No se trata de una guerra de clases entre la amabilidad y las buenas razones de la multitud, y la perversidad y la falta de voluntad de los capitalistas. El cambio social no apela a la conversión de los patrones, ni es un catecismo de pobres para ricos. Tampoco se trata, del buen o mal burgués; mas allá de los componentes sádicos agudizados por el sistema capitalista para perpetuarse a toda costa como lo demuestra la guerra en Irak. Para la multitud, su emancipación social no es un tema fundamentalmente ético, sino ontológicamente carnal. La materia quiere ser libre y el capital se lo impide. Los capitalistas no son de por sí malévolos, si bien, los hay unos mas abusadores que otros. En todo caso, la ética de los empresarios, es una ética del robo legalizado. Todos los patrones son delincuentes. Roban y acumulan el trabajo ajeno, o de lo contrario, desaparecen como capitalistas. Esa es la naturaleza del capital y su inherente violencia. Explotar humanos, y de ser necesario, expulsarlos al desempleo para que no decaigan sus ganancias. El lucro privado jamás admitirá la real igualdad y libertad de los hombres, de lo contrario, se acaba el capitalismo. La fraternidad entre hombres y mujeres, iguales y libres, jamás será conquistada, sin concluir con la sociedad capitalista del dinero.
La reproducción del capital es un vínculo social y no personal. Posee dimensiones universales y no nacionales. La relación capital-trabajo tarifada en dinero, también impide, que el socialismo sea un sistema antagónico al capital. Un paradigma, que no es más, que una forma de gestión estatal planificada, o una autogestión insustancial como en la ex Yugoslavia, de la fuerza de trabajo. Un modelo de reproducción social, que nunca logró superar, la mediación del hacer por dinero y la abolición del estado y el mercado.
Por más buenas intenciones que tengan sus participantes, las valiosas nuevas relaciones personales, no sustituyen, la abolición de las viejas relaciones sociales. Evitando el estancamiento de los experimentos autogestivos que se den: desde un barrio a una fábrica; a una interbarrial de asambleas de democracia directa y una red de empresa recuperadas; de una región con poder constituyente a una nación liberada; y, en cambio, afianzando esos nodos con nuevas relaciones sociales de producción, distribución y consumo anticapitalistas.
Ninguna administración del hacer por dinero, sea cooperativa y socialista, que se desarrolle en una, o en un conjunto de unidades productivas, sean tierras o empresas; tiene mas destino, que la competencia y el subconsumo. Por lo tanto, escapa a la mera voluntad de cada pedazo de tierra recuperado, cada red de consumo solidario, cada empresa bajo gestión obrera directa, controlar el conjunto de relaciones mercantiles de las que son parte.
De lo que se trata es de hacer “un mundo nuevo”. Es decir, hacer un mundo “a nuevo”. De constituir un territorio de territorios, un espacio multinacional como sinónimo de posnacional, público pero no estatal. Una autonomía institucionalizada en comunas asamblearias; o en redes cosmopolitas productoras de bienes y saberes, creatividades y servicios, arte y afecto, para su propio uso y consumo. Cuyos excedentes productivos resulten empleables para satisfacer a los nodos que carezcan de ellos, y sean libremente utilizables, por quien los necesite. Para ser acopiados, pero no acumulados, como trabajo muerto formador de ganancia. Impidiendo que luego sea puesto en circulación, para que se reproduzca como capital, a partir de un nuevo trabajo vivo. Un ahorro antimercantil en aquellos territorios donde sobra la producción de algún bien inmaterial y material.
Cosas, servicios y su sobreabundancia, puestos a disposición de todos y todas los integrantes de una zona universal liberada del lucro. Una red de redes que compone un nuevo mapa que todavía no está dibujado formalmente en el planisferio. Donde no rija un valor de intercambio como el dinero, ni ningún sucedáneo premonetario como los créditos del trueque, que asesina, a la criatura anticapitalista en pleno nacimiento. Un hacer autogestionado de manera generalizada y sin mediadores estatales. Una creación que no es trabajo obligatorio sino vocación libremente elegida. Articulando lo diferente de cada historia personal pero uniendo lo común de la rebelión de la multitud. Este es un proyecto que no tiene nada de quimérico. Y que, por el contrario -por la voluntad y el deseo, la imaginación y la lucha, el trabajo y la organización de la multitud- ya ha comenzado, aquí y ahora, su desarrollo autónomo. De maneras muy diversas, con torpeza y lucidez, generosidad y narcisismo, tropiezos y logros, desafiando al genocidio planetario del capitalismo.
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Los hacedores no tienen porque rescatar a los capitalistas que son sus verdugos. En las cadenas de “fast food” argentinas el sueldo por hora, del capitalismo en serio de “K”, es más bajo, que en las multinacionales. En los supermercados nacionales el régimen laboral es tanto, o mas despótico, que en las cadenas extranjeras. No es una cuestión de raza y nacionalidad, sino una cuestión de clase. Tuvieron tres años para acumular nuevo capital con el sudor de los argentinos y, ni siquiera así, fueron capaces de asalariar a todos sus siervos por arriba de la línea de la pobreza. Es más, ni mínimamente lograron el pleno empleo a costa de salarios infrahumanos. El posfordismo no tiene marcha atrás. Apenas paradas intermedias cuando la multitud lo atasca con su lucha. Pero si no concluye con la relación social que constituye la transformación del hacer en trabajo, el plusvalor en mercancía, y la compra venta de cosas y servicios en capital; sino se termina con todo esto, el mercantilismo sigue profundizando su rumbo de hiperexpoliación y excedencia de trabajadores.
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Los capitalistas de cabotaje están atenazados por las demandas de sus trabajadores y por la competencia mundial. Saben que se acaba la paciencia de sus empleados. Saben del hartazgo por los salarios (hindúes y brasileños, chinos y coreanos) que abonaron por tres años. Además, mientras la subordinación de otros trabajadores en el resto del planeta así lo permita; siempre habrá otros capitalistas que pueden pagar sueldos más bajos y que tengan mas capital fijo que ellos para producir, en menos tiempo, más unidades y más baratas.
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Con todas sus virtudes y errores, las okupaciones y expropiaciones han sido, y son, una buena enseñanza para lo que viene. Los métodos apropiatorios sobrevuelan, potencialmente, todas las empresas capitalistas. Si la okupación para resistir y producir del 2001, fue el paso previo, para que durante tres años otros las emulen; las próximas ocupaciones de PyMEs y multinacionales, constituirá, “un plus reapropiatorio”. Repotenciado la puesta en funcionamiento de un circuito recuperador más amplio de valor de uso. Extendiendo el área social de una red de redes de empresas bajo la gestión directa de sus empleados. Disponiendo mutuamente, las viejas y las nuevas, de más bienes y servicios. Ensanchando un territorio social que facilite, cada vez más, actuar mas allá del universo de la compra venta. Sobrepasando, de esta forma colectiva, la lógica cooperativa capitalista. Esto sin poder descartar un proceso antisistémico, más vasto y profundo, que dispute contra todo el orden estatal y mercantil vigente. Destituyendo al poder, e instituyendo en su lugar, un nuevo poder constituyente de la multitud.
Las líneas industriales de producción robotizadas, cada vez más, necesitan menos trabajo obrero para funcionar. La tecnología del posfordismo aplicada a la agroindustria reemplaza el trabajo que antes hacían millones de obreros agrícolas. Las cadenas de reproducción de trabajo inmaterial, como las comunicaciones, prácticamente andan solas. Cada vez se precisa menos trabajo vivo para mantenerlas en funcionamiento. ¿Por cuánto tiempo mas el hombre tendrá que operar un robot, haciendo lo que hoy llamamos trabajo, en vez que la tecnología trabaje para la multitud? ¿Qué dificulta que los mayores avances maquínicos provenientes de la inteligencia humana, nos libere del trabajo, sino es la necesidad de ganancia que estira la jornada laboral para reproducir y autovalorar al capital como tecnología empresaria? ¿Quién lo impide, sino no son los patrones, los “gordos” de los sindicatos, y el estado?
La reapropiación, como gestión obrera directa de comienzos del siglo XXI, dio la primera campanada emancipatoria del trabajo. Se expande después del 19 y 20 y nunca fue interrumpida desde entonces. El conflicto telefónico demostró, que la toma de edificios, no se queda en las empresas quebradas y en la resistencia de la emblemática Zanón. Los ecos de las coordinadores interfabriles de 1975 de la clase obrera fordista, los fantasmas de intelectuales y artistas comprometidos con su pueblo, la pasión heroica de estudiantes de izquierda y los tormentos a los delegados villeros, la entrega de cientos de miles de revolucionarios, todos ellos: despedidos y exilados, torturados y asesinados en los ´70, y aquellos sobrevivientes que no se resignaron y continúan luchando por un mundo nuevo; vengándose de la historia, hoy, se corporizan en la autonomía y la antagonía del trabajador posfordista: en las nuevas desobediencias sociales y acciones directas, imaginarios antisistémicos y expresiones artísticas rebeldes, insurrecciones y okupaciones, piquetes y asambleas.
Cuándo la multitud decida sobre la nada de la condición parasitaria capitalista y del todo de su hacer autodeterminado; los empresarios, el mercado y el estado tendrán porqué temer como nunca en los últimos treinta años. Ninguna lucha fue inútil. Ningún agravio contra el pueblo quedará impune. A partir del ajuste de cuentas con el pasado, que haga la multitud en el presente, podrá conquistar en el futuro su tan anhelada victoria.
7 de julio de 2005.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.
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