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Crees que el placer y la alegría surgen de la inmoralidad?

Consuelo | 26.11.2013 17:38

Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Del Libro El Camino a la Felicidad escrito por L. Ronald Hubbard, humanista y filántropo Americano.

Muy bien, podemos encontrar por nosotros mismos las virtudes humanas al reconocer cómo nos gustaría que se nos tratara. Y supongo que estarás de acuerdo en que basándonos en eso podríamos resolver cualquier confusión respecto a lo que es en realidad la "buena conducta". Esta dista mucho de ser inactiva, de sentarse quieto con las manos en el regazo y no decir nada; "ser bueno" puede ser una actividad muy viva y poderosa.
Se encuentra muy poca alegría en la solemnidad melancólica y restringida. Cuando algunas personas de épocas pasadas dieron a entender que la práctica de la virtud exigía una vida severa y deprimente, parecían dar a entender que todo placer brotaba de la maldad; nada podía estar más lejos de los hechos.
¡La alegría y el placer no surgen de la inmoralidad! ¡Al contrario! La alegría y el placer surgen sólo en los corazones honestos: las personas inmorales llevan vidas muy trágicas, llenas de sufrimiento y de dolor. Las virtudes humanas nada tienen que ver con la melancolía; son la cara brillante de la vida misma. ¿Qué crees que pasaría si intentáramos tratar a los que nos rodean con justicia, lealtad, a la manera de un buen deportista, con imparcialidad, honestidad, bondad, consideración, compasión, control de uno mismo, tolerancia, perdón, benevolencia, fe, respeto, amabilidad, dignidad, admiración, amistad, amor y lo hiciéramos con integridad?
Tal vez se requiera tiempo, pero, ¿no crees que muchos otros empezarían a intentar tratarnos de la misma manera? Incluso dando margen a errores ocasionales (la noticia que nos sorprende casi haciéndonos perder los estribos, el ladrón al que tenemos que golpear en la cabeza, el imbécil que conduce con lentitud en el carril de alta velocidad cuando se nos hace tarde para llegar al trabajo) debiera ser claro que nos elevaríamos a un nuevo plano en las relaciones humanas. Nuestro potencial de supervivencia aumentaría de forma considerable. Y seguramente, la vida sería más feliz.
Podemos influir en la conducta de quienes nos rodean. Si no lo estamos haciendo ya, podemos hacer que sea mucho más fácil con sólo escoger una virtud al día y especializarnos en ella durante ese día. Al hacerlo así, al final se tendrán todas. Además del beneficio personal, podríamos ayudar aunque sea un poco a empezar una nueva era en las relaciones humanas. El guijarro que se arroja en un estanque, puede producir ondas que llegan hasta la orilla más lejana. El camino a la felicidad se hace mucho más brillante al aplicar el precepto: "Intenta tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti".

Consuelo