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La era atómica había comenzado

Mariano Cabrero Bárcena | 20.10.2006 20:22 | Cambridge | London

La política nuclear actualmente establecida es acomodaticia y parcial. La fuerza nuclear como arma disuasoria para eludir posibles conflictos bélicos, se me imagina creer, sin duda alguna, que es deseada y ambicionada por muchos países del mundo, tanto de Occidente como del Oriente Próximo.(...)

Fotografía del autor ( autoría propia )
Fotografía del autor ( autoría propia )

Presidente señor Truman. Ordenó bombardear Hiroshima y Nagasaki
Presidente señor Truman. Ordenó bombardear Hiroshima y Nagasaki

Hiroshima
Hiroshima

Nagasaki
Nagasaki


Artículo de opinión:
La era atómica había comenzado



El día: 1 de septiembre de 1939; la hora 2.50 de la madrugada. Empezaron a oírse los primeros disparos de una guerra que duró casi cinco años; la más grande de las guerras que haya visto ojo humano había comenzado–fue la más feroz, la más costosa, la más sangrienta–. Después se le vino en llamar la II Guerra Mundial. Las causas de esta conflagración mundial fueron diversas y de distinta índole, no obstante, uno encuentra dos que fueron decisivas:
1. La aparición sobre la tierra de Adolfo Hitler, político alemán (Braunau, 1889–Berlín, 1945): un hombre que se creyó un “Dios sobre la tierra”; un hombre que afirmó que la raza germánica era superior a todas las demás; y, por último, un hombre enfermo, cuyas facultades mentales fueron mermándose progresivamente a lo largo de la contienda, que fue quien dio la fatídica orden: ¡Matad!
2. La expansión imperialista japonesa claramente manifestada, en principio, con la invasión de Manchuria en 1931. El soldado japonés tenía un credo, que más o menos decía así: “No caigas prisionero aunque con ello te vaya la vida: guarda en tu mente que el hecho de ser cautivo no es sólo vergüenza para el ejército, sino que tus padres y tu familia no podrán ir jamás con la cara levantada: guarda el último tito para ti.”

Un avión americano, el B–29(de sobre nombre “Enola Gay”), a los 8.15 de la mañana del 6 de agosto de 1945, volando a una altura de 10.000 metros lanzó sobre Hiroshima–la población civil–, la primera bomba atómica. Después, el 8 de agoto de 1945 caía la segunda bomba atómica sobre Nagasaki. Otro hombre, el señor Truman–a la sazón presidente de los EE.UU. –autorizó el bombardeo atómico: La era atómica había comenzado. Yo no soy quién para juzgar a este señor; la historia ya lo ha juzgado. [Según datos oficiales aproximados encontraron la muerte–en Hiroshima–92.167 personas; 9.428 heridos graves, y con heridas leves 27.997. No puedo olvidar, ni por un momento, las muertes habidas en la base militar de Pearl Harbor, Oahu–Hawai (EE.UU., 7 de diciembre de 1941), pero éste fue un ataque de la Marina Imperial Japonesa contra la Marina de los Estados Unidos.]

La Historia siempre se repite, para mal de muchos y bien de unos pocos. Y ahora nos remontamos al año de 1968, cuando los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones unidas–EE.UU., la Unión Soviética, China Reino Unido y Francia–,y en reunión, acuerdan y firman el TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear). Pero de poco sirvió, pues la India se hizo con la bomba atómica (1974); después la consiguió Pakistán (1998) y, desde luego, contando con la anuencia de los anteriores países del Consejo de Seguridad. ¡Increíble!, pero cierto es. En cuanto a Israel, entiendo que también posee bombas atómicas, pues es el gran aliado de EE.UU. El primero está haciendo la guerra por su cuenta–su guerra–, lo que ha creado inestabilidad política en el Oriente Próximo.

Vamos a suponer que, el señor Bush, no cometa el error de comenzar una nueva guerra contra Corea del Norte o Irán: las consecuencias serían imprevisibles. Más los negocios bélicos en relación con Irán tampoco marchan por buen camino. Existe un programa nuclear secundado por Mahmud Ahmadineyad, presidente de la República Islámica de Irán, aunque uno considera que el régimen iraní lleva hace años planteándose poseer armas nucleares. El Reino Unido, Francia,... han intentado solucionar esta crisis, pero Irán-sus gobernantes- no están por la labor. Sin duda alguna desean cerrarse al mundo occidental, y no marchar por la senda del progreso. Aunque muchas veces el último esté bañado de sangre y lágrimas. No obstante, los iraníes están en su perfecto derecho a poseer energía nuclear, pues países como Israel, India, Pakistán... también la tienen.

La política nuclear actualmente establecida es acomodaticia y parcial. La fuerza nuclear como arma disuasoria para eludir posibles conflictos bélicos, se me imagina creer, sin duda alguna, que es deseada y ambicionada por muchos países del mundo, tanto de Occidente como del Oriente Próximo. De esta manera, Pyongyang comunicó el pasado 9 de octubre que había llevado a cabo una prueba nuclear. Con este hecho, Corea del Norte, ha tratado de dar muestras de potencialidad bélica, y, al mismo tiempo, se ha convertido–de hecho–en un Estado nuclear nuevo en una zona de Asía oriental conflictiva e inestable. Y es que sus conocimientos de tipo nuclear–armamentos, bombas, cabezas nucleares...–, servirán a manera de caldo de cultivo a otros Estados y grupos terroristas habidos de demostrar poder y fuerza para la expansión de sus ideales: equivocados o ciertos, pero, al fin y al cabo ideales. Y bien es sabido que son los ideales, y siempre lo han sido, los que han movido y moverán la locomotora que arrastra el globo terráqueo.

Tocante a si EE.UU. tiene la intención de atacar a Corea del Norte, tal y como están las cosas, sería temeraria y poco afortunada tomar la primera decisión. Nos hayamos ante un Estado preparado militarmente: más de un millón de hombres/mujeres dispuestos a morir, fuerza de artillería bien pertrechada, aviones de combate, misiles...Y lo que mencionamos anteriormente: seres humanos dispuestos a morir por un ideal, puesto que de hambre están casi muriendo. Ante estas circunstancias se ha impuesto, y por unanimidad, por parte del Consejo de Seguridad de la ONU unas restricciones al comercio y al tráfico con Corea del Norte, pero no se llegado a un acuerdo o advertencia sobre el uso de la fuerza–como acción de castigo–, caso de que la última continúe efectuando pruebas nucleares.

En este contexto, y no cabe otra alternativa, ha de echarse mano de una solución diplomática y pacífica. Pues es evidente que los enemigos de hoy pueden llegar a ser amigos el día de mañana, y viceversa. Ejemplo fehaciente lo tenemos en la Guerra Irán-Irak (1980-1988); Irak contó con el beneplácito de EE.UU. y la URSS, e Irán fue apoyada por Siria y Libia. Y ahora, desgraciadamente, las guerras continúan...

La Coruña, 20 de octubre de 2006
* Mariano Cabrero Bárcena es escritor
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Mariano Cabrero Bárcena
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