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El socialismo irreal

Juan Carlos Venturini | 06.10.2004 06:31

El documento más acabado acerca de la naturaleza de la contrarrevolución burocrática en la URSS de que tengo conocimiento. Es imprescindible -como señala el autor- "para reorientar la labor revolucionaria contra el capitalismo, por la revolución social, por el socialismo, el comunismo y la libertad." (Subrayados y enfatizados míos. Leonardo Mir -  leonardomir@msn.com)







Naturaleza de la contrarrevolución burocrática








Naturaleza de la contrarrevolución
burocrática

El socialismo irreal
Juan Carlos Venturini

 
 
1- Introducción: ¿Qué queremos
discutir?
El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa del
Este, sistemas a los que por una ironía de la historia se les denominó
"socialismo real", ha replanteado todos los problemas de la revolución
y de la transformación social.
Una primera consecuencia evidente de este derrumbe ha sido el
fortalecimiento de la burguesía mundial y su sistema de explotación.
El capital puede exhibir a los ojos de las más amplias masas del
mundo, que ha sido la movilización popular tras las reivindicaciones
de la democracia, de las libertades políticas y de la economía de
mercado, la que ha terminado con estos regímenes, y no una invasión o
acción contrarrevolucionaria directa.
La vieja discusión y controversia sobre la naturaleza de la URSS se
replantea con fuerza y con nuevas urgencias. Para los trabajadores de
todas las latitudes, la comprobación de la naturaleza despótica y
totalitaria del régimen instaurado en la URSS, fue un poderoso factor
de desmoralización y confusión durante décadas. Esta constatación se
trataba de mitigar con diversas teorías que, a la postre, resultaron
inconsistentes.
Una de ellas expresaba que ese carácter dictatorial era un mal
necesario para lograr la "construcción del socialismo" en un país tan
atrasado como Rusia. Para "alcanzar y superar" al capitalismo era
necesaria, se decía, la coerción política y la ausencia de libertades.
Esta idea fue desarrollada no sólo por el aparato internacional
oficial del estalinismo representado por los partidos comunistas
subordinados a la orientación del Kremlin, sino por numerosos "amigos
de la URSS" que, al margen de diversos matices críticos, acompañaban
la experiencia de este "socialismo realmente existente". Esta
concepción predicaba que el desarrollo económico de la URSS llevaría
tarde o temprano a la democratización del régimen y, en consecuencia,
que toda acción o movilización política contra la aristocracia
gobernante le hacía el juego objetivamente al capitalismo.
Otra teoría mucho más sólida y fundamentada fue la elaborada por
Trotsky y defendida por muchos de sus continuadores. Trotsky hace una
separación drástica entre la base o estructura económica de la URSS a
la que caracteriza como socialista por tratarse de una economía
estatizada y planificada, y la superestructura política, en donde la
clase obrera ha sido despojada del poder político por una casta
burocrática salida de su seno. Estos dos factores coexistentes lo
llevan a caracterizar a la URSS como un estado obrero burocratizado o
degenerado. La solución debía provenir de una nueva revolución
"política", no social, que restaurase la democracia de los soviets.

Aunque se situaban en las antípodas, estas dos visiones extremas
y la enorme variedad de posiciones intermedias, tenían en común el
minusvalorar el fenómeno contrarrevolucionario del estalinismo y en
fabricar una ilusión "optimista" de la evolución mundial. Con
errores, con males necesarios, o directamente con crímenes, se decía
que el "socialismo" avanzaba en el mundo y el capitalismo se
replegaba.
El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa
oriental ha tirado por tierra todas estas ilusiones. Al factor de
desmoralización que significaba la asociación de la perspectiva
socialista con el totalitarismo estalinista, hoy se le suma la
constatación de que su liquidación ha derivado en un proceso de
reinstauración capitalista y no en la regeneración del socialismo.
La discusión del destino de la revolución rusa es más importante
que nunca para reconstruir la perspectiva socialista y comunista.
La hipótesis de trabajo que trataremos de demostrar es que la
derrota de la revolución rusa empezó a perfilarse tempranamente ya a
comienzos de la década del 20. Las dificultades inauditas que enfrentó
el gobierno de los soviets, por la derrota de la revolución en Europa,
empujaron y potenciaron toda una serie de errores importantes en la
dirección bolchevique que favorecieron la temprana burocratización del
régimen. Esta reacción burocrática se consolida definitivamente
a partir de 1928 en una verdadera contrarrevolución burocrática que da
lugar a una nueva formación social, alejada tanto del capitalismo como
del socialismo. Surge una nueva clase social dominante que explota a
los trabajadores a partir de su control del estado y del aparato
productivo e institucional.
La envergadura de esta contrarrevolución, desde el punto de vista
de la clase obrera, fue tal, que los trabajadores perdieron no sólo el
poder, sino hasta los más elementales derechos de asociación y de
expresión. Como lo señalara correctamente Trotsky, el régimen
estalinista era comparable en ese sentido al fascismo.
Más aún, no se trataba de una sociedad poscapitalista (con un mayor
o menor grado de deformaciones) como se dijo tantas veces. Una especie
de estación de ferrocarril no deseada, molesta, en el largo viaje
hacia la tierra prometida del socialismo. No. La URSS estalinista
consolidada a partir de la contrarrevolución de 1928, introdujo rasgos
políticos y sociales regresivos, característicos de antiguas
formaciones precapitalistas. Se estableció una nueva clase social
dominante  sobre la base del lugar ocupado en el aparato estatal
totalitario. De allí se derivaban extendidos privilegios,
perfectamente establecidos y reglamentados, y progresivamente
incrementados a medida que se ascendía hasta la cúspide de esta
verdadera "nomenklatura". Podemos encontrar antecedentes de este tipo
de organización político - social en el viejo estado chino de las
dinastías, o en las antiguas teocracias comunitarias de regadío del
imperio incaico o del valle del Nilo.
La asociación de este monstruoso estado totalitario con la
perspectiva socialista y comunista ha sido la gran mentira del
siglo XX. Mentira, generosa e interesadamente alimentada por los
dos grandes contendientes de la "guerra fría": la burocracia
estalinista y la burguesía mundial.
Para la burocracia, esta asociación entre su estado y la
perspectiva socialista era fundamental para la defensa de sus
intereses. Al presentarse a los ojos de los trabajadores como
representante oficial del único "socialismo" posible, como "patria
socialista", como retaguardia segura de toda la lucha anticapitalista,
la burocracia estalinista lograba la justificación de sus crímenes y
atrocidades. Cualquier denuncia, cualquier lucha antiburocrática, era
presentada como "objetivamente" contrarrevolucionaria, porque "le
hacía el juego" al enemigo capitalista.
A su turno, los crímenes y atrocidades del capitalismo, eran
disimulados y justificados por la burguesía mundial, con el espantajo
del comunismo totalitario. La sociedad capitalista no es perfecta, se
reconocía; hay hambre, injusticia, explotación, marginación y
corrupción, se llegaba a aceptar; pero en cambio... hay libertad
(!!!). Esta mágica palabra se hinchaba y edulcoraba a la vista del
totalitarismo estalinista, la persecución de los disidentes, los
sindicatos regimentados e integrados al estado, el partido único, etc.
Con ella se adormecía a todas las capas socialdemócratas de la clase
obrera occidental encuadradas detrás de la utopía de reformar al
capitalismo. La conclusión que se quería establecer era una sola: la
revolución conduce a la dictadura totalitaria, la reforma gradual en
los marcos del estado burgués nos llevará paulatinamente al socialismo
o a la humanización del capital (las dos perspectivas se entrelazaban
y difuminaban entre sí en el plácido sueño socialdemócrata).
Pero en lo que coincidían ambos contendientes, el imperialismo y
la burocracia, era en calificar al régimen de la URSS como socialismo
o comunismo, unos defendiéndolo, otros atacándolo. Esta maniquea e
interesada división del mundo entre un "socialismo" totalitario y un
mundo "libre" pero capitalista, dejaba sin chance a los trabajadores.
Se trataba de una verdadera encerrona.
En su lucha contra la odiada burocracia, las poblaciones de Europa
del este primero, y de la URSS después, adoptaron un punto de vista
liberal burgués. Con ello confirmaron que no reconocían ningún rasgo
"obrero", "socialista" o "progresivo" en los estados burocráticos que
las sojuzgaban. El viraje naturalmente no había sido súbito. Desde las
primeras movilizaciones antiburocráticas de 1953 en Polonia y Berlín
oriental se había recorrido un largo camino. Quedaba atrás la gran
revolución húngara de 1956 donde los consejos obreros enarbolando
banderas rojas reclamaban la vuelta a Lenín. Quedaba atrás también la
"primavera de Praga" de 1968 que pugnó por un socialismo con rostro
humano. El apoyo de Fidel Castro a la invasión de los tanques rusos a
Checoslovaquia no fue una experiencia menor para esa lucha. Para
muchos luchadores de Europa del este y de la URSS resultó una
confirmación de que una regeneración socialista era imposible.
Hasta que llegó el momento en que una parte sustancial de la
burocracia estalinista buscó en la restauración del capitalismo el
camino para asegurar sus privilegios. Y en ello fueron acompañados por
la gente que vio en esos sectores de la burocracia procapitalista la
posibilidad de terminar con décadas de opresión política y la promesa
de una mejora de su situación social.
Se puede llegar a decir que el remedio fue peor que la enfermedad,
particularmente para Rusia, donde el "socialismo" burocrático fue
suplantado por un capitalismo mafioso y caótico. Pero lo importante es
que no se salió de la encerrona. La identificación de la perspectiva
socialista con el totalitarismo burocrático persistió. Sólo que ahora
una vasta legión de ex-estalinistas en el mundo se pasó con armas y
bagajes a la defensa directa del capitalismo y del orden burgués.
La reconstitución de una izquierda anticapitalista (redundancia
ahora necesaria) que luche por la transformación social sólo puede
emprenderse a partir de un debate y esclarecimiento sobre las
experiencias revolucionarias de este siglo que termina. Sobre sus
errores, sus limitaciones y las causas de las derrotas. El balance del
mal llamado "socialismo real", que devino en el más irreal de los
socialismos, es una parte sustancial de este debate. Si lo emprendemos
a fondo estaremos discutiendo cual es el verdadero terreno en el que
es posible la transformación social. Lejos de aparecer como
contradictorios, el socialismo, el comunismo y la libertad se
verificarán en su verdadera fisonomía, como aspectos de un mismo
proceso liberador contra la explotación y todo tipo de opresión.
2 - Se hizo de la necesidad
virtud (la experiencia del gobierno bolchevique)
Rosa Luxemburgo, en noviembre de 1918, sintetizaba su crítica a la
orientación de los bolcheviques con la exhortación de "no hacer de la
necesidad virtud" (1) . Con ello la gran revolucionaria quería aludir
a que, si por circunstancias excepcionales los bolcheviques tenían que
adoptar medidas draconianas de represión o estatización de la
economía, no debían realizar de ello una teoría general de la
transición al socialismo.
En dos sentidos fundamentales los bolcheviques cayeron en el
error sobre el que alertaba Rosa. Por un lado adoptando el "comunismo
de guerra", no sólo como un recurso excepcional, sino como un método
general de avanzar al socialismo, mediante la eliminación del mercado
y la distribución estatal generalizada. Por otro, desconociendo la
democracia revolucionaria de los soviets, con su pluralismo de
tendencias y concepciones, adoptando lo que luego sería la teoría del
partido único, arrogándose para sí, para el Partido Comunista
(bolchevique) la exclusiva representación de la "vanguardia"
revolucionaria y por ello con potestades para ejercer una dictadura,
no ya sobre los remanentes de la burguesía, sino sobre el conjunto de
la población, incluída la clase obrera.
Víctor Serge (Memorias de un revolucionario) (2) nos
recuerda que el término "comunismo de guerra" fue acuñado recién en
1921 cuando se implanta la NEP (Nueva Política Económica). Durante su
ejecución efectiva (1918 - 1921) se lo denominaba simplemente
"comunismo". El comunismo de guerra fue un intento extremadamente
voluntarista de implantar una producción y distribución totalmente
estatizada de bienes en el cuadro de un país agrario atrasado.
Significó por lo tanto una agresión importante contra la mayoría de la
población campesina, lo que condujo a una sorda y muchas veces
violenta resistencia a la incautación de las cosechas agravando la
escasez de comestibles a niveles caóticos.
Detrás de este error vislumbramos una concepción cerradamente
reduccionista de la transformación social que los bolcheviques
heredaron de la IIª Internacional. De acuerdo a esta visión era
necesario construir las "bases" económicas socialistas (la gran
industria) para poder edificar una superestructura política
socialista. Hasta llegar a ella era necesaria una dictadura férrea del
partido de vanguardia y la democracia socialista era impensable. Tal
como planteaba Rosa, los bolcheviques no vieron que la democracia
soviética asentada en el terreno de la alianza obrera y campesina (la
mayoría de la población) era sí la base política esencial para
emprender el largo camino de la transformación social. Sencillamente
no es cierto que la estructura económica determina la superestructura
política como se ha repetido tantas veces. Entre la base y la
superestructura hay una interacción recíproca, un condicionamiento
mutuo. En un período de transformación social la superestructura
política, la organización democrática y consciente del poder popular,
puede llegar a ser determinante y decisiva en el curso del proceso
histórico, enfrentando, acotando o atenuando las limitaciones y
condicionamientos de una base económica estrecha o restrictiva.

Este error de intentar un proceso de estatización extrema de la
economía, condicionado por las enormes dificultades del aislamiento y
la guerra civil, condujo a un autoritarismo creciente del gobierno
bolchevique frente a un descontento y oposición también creciente de
vastos sectores de la población obrera y campesina. Los episodios
represivos contra el movimiento Majnovista en Ucrania y contra el
soviet de Kronstad, entre otros, son un ejemplo dramático de esta
evolución. En 1920, en el trabajo de Trotsky Terrorismo y
Comunismo (3) se plasma esta concepción en el nivel de la teoría.
Se fundamenta la concepción del partido único y monolítico, como
instrumento irremplazable de la transformación social, llegándose a
justificar la "sustitución" de la clase obrera por el partido.
Cuando los bolcheviques dan el viraje obligado de la NEP en 1921 no
realizan un verdadero cambio de concepción. Conciben a la NEP como una
"retirada", similar a la que se realiza después de una derrota.
Son conocidos los planteos de Lenín en el sentido de que el
restablecimiento del intercambio mercantil generaría a cada minuto
"capitalismo" en todos los poros de la sociedad. La respuesta
frente a este "peligro" de restauración capitalista fue la de acentuar
el curso autoritario del partido bolchevique con las resoluciones del
Xº Congreso (prohibición de tendencias y fracciones), consolidando la
idea del partido único y del partido monolítico.
Lenín, Trotsky y el conjunto de la dirección bolchevique, no
vieron (¿no pudieron ver?) que el peligro mayor para la revolución no
era la hipotética o posible restauración capitalista, sino el proceso
real y concreto de burocratización en curso, de la que ellos mismos
formaban parte.
Creo que la idea de que la permanencia del intercambio mercantil y
de la pequeña propiedad privada de medios de producción y circulación
genera capitalismo en forma automática es profundamente equivocada. Si
fuese cierta, el tránsito del capitalismo al comunismo sería inviable
porque solo a través de un período más o menos largo es que la pequeña
propiedad se puede ir reabsorbiendo y transformando en propiedad
social. Lo que sí requiere en forma imprescindible este período de
transición es el ejercicio del poder político por parte de las masas
explotadas y oprimidas.
El propio capitalismo histórico se consolidó como sistema de
producción, sólo a partir de la construcción de una máquina política
de opresión, el estado, capaz de disciplinar y regimentar a las masas
oprimidas. Y no mediante el mero crecimiento automático de la economía
mercantil.
La única valla posible para contrarrestar cualquier tendencia
restauracionista del capital es la democracia directa de masas,
el poder político de la inmensa mayoría a través del gobierno de sus
organizaciones propias, se llamen soviets, comunas, coordinadoras,
cordones industriales, asambleas populares, intersociales, etc. o el
nombre que le dé la historia y la cultura de cada pueblo.
3  - 1921-1928: Consolidación de
la reacción burocrática
Se puede llegar a considerar al mes de marzo de 1921 como un
verdadero punto de viraje en el bolchevismo, donde confluyen métodos y
concepciones autoritarias en gestación y aplicación en los años
previos, pero donde se produce un verdadero salto de calidad. En ese
mismo momento se deciden la represión al soviet de Kronstad, las
resoluciones autoritarias del Xº Congreso, y la descabellada "acción
de marzo" en Alemania.
La "acción de marzo" fue una insurrección abortada del proletariado
alemán, llevada adelante por el Partido Comunista Alemán en forma
solitaria, cuando aún era minoría ya que la mayoría de la clase
trabajadora seguía adherida a la socialdemocracia.
La "acción de marzo" fue consecuencia directa del ultra centralismo
impuesto a partir de las "21 condiciones" (1920) en la estructura de
la IIIª Internacional. De acuerdo a ellas el Comité Ejecutivo
residente en Moscú, ejerce un poder omnímodo a través de sus "enviados
plenipotenciarios" sobre los partidos comunistas nacionales. Uno de
estos "enviados", Bela Kuhn, es el principal responsable de la
aventura putchista, sin embargo es Paul Levi (dirigente histórico del
comunismo alemán, que se opuso a la aventura), el que es sancionado
con la expulsión de las filas comunistas en el tercer Congreso de la
IIIª Internacional, y Bela Kuhn es ratificado como miembro del
Ejecutivo de la Internacional. Aunque no nos podemos extender aquí en
el punto, toda la experiencia inicial de la Internacional Comunista
estuvo inficionada de las concepciones autoritarias y sustitutistas
que se habían gestado en el bolchevismo, lo que condujo a innumerables
errores y aventuras (invasión a Polonia en 1920, acción de marzo
en 1921, nueva insurrección alemana en 1923)(4) , y preparó la
transformación posterior de la Internacional en un aparato dócil y
obsecuente a la política y a los intereses "nacionales" de la
burocracia soviética estalinista.
La insubordinación del soviet de los marinos de Kronstadt, formó
parte de un movimiento huelguístico más amplio de los trabajadores de
Petrogrado contra las medidas draconianas del "comunismo de guerra".
El programa reivindicativo de los marinos incluía la legalidad de los
partidos revolucionarios, la libertad de los revolucionarios presos, y
el restablecimiento del intercambio comercial. La total negativa
del gobierno bolchevique a negociar y canalizar estas demandas
completamente legítimas cavó un primer gran abismo de sangre entre el
gobierno y un sector del proletariado revolucionario. Como reseñan
algunos estudiosos,  la sombra de Kronstad, a su vez, se proyectó en
el Xº Congreso del partido bolchevique, potenciando las resoluciones
de prohibición de las tendencias y fracciones y dando poderes
extraordinarios al Comité Central. Issac Deutscher comentando las
resoluciones de este congreso concluye que: "Si se permitía que los
miembros del partido gobernante formaran fracciones y grupos para
defender opiniones específicas dentro del Partido, ¿cómo podría
prohibírsele a la gente fuera del Partido que formara sus propias
asociaciones y formulara sus propios programas políticos? Ninguna
sociedad política puede ser muda en nueve décimas partes y hablante en
la otra décima. Después de imponerle el silencio a la Rusia no
bolchevique, el partido de Lenin tuvo que acabar por imponérselo a sí
mismo”(5) .
Estos hechos alimentan y amplifican las tendencias a la
burocratización del partido y del estado, ya en desarrollo y
reconocidas por Lenín. No debería ser considerado casual ni
secundario que ya en julio de 1922 se establezca una escala salarial,
de acuerdo a la jerarquía que se ocupa en el partido-estado, que lleva
la retribución de un alto jefe a una cifra 10 veces superior al de la
última categoría. (Ver: Podchekoldin, 1991) (6) .
Se trata de la primer manifestación
clara de una estratificación social incipiente, del proceso de
gestación de una nueva clase.
La enfermedad y muerte de Lenin (1923 -1924) sólo facilita el
encumbramiento del sector del bolchevismo que mejor respondía a los
intereses de la burocracia. La llamada "teoría del socialismo en
un sólo país", de la fracción estalinista, buscaba fundamentar la
subordinación de los intereses del proletariado mundial a los
intereses diplomáticos-nacionales del estado burocrático ruso. Son
los intereses de esta casta burocrática, surgida de la propia marcha
de la revolución y encaramada en el poder, la que se disimula detrás
de la utopía de construir el socialismo en un solo país.
El fundamento del internacionalismo proletario es que el
capitalismo es un sistema mundial de explotación, apoyado en el
dominio del mercado mundial. Cualquier triunfo revolucionario en
cualquier país debe ser considerado como provisorio, mientras no se
derrote al corazón del imperialismo representado por las potencias
capitalistas más avanzadas. La idea del socialismo en un solo país
que proponía "alcanzar y sobrepasar", en el marco de la URSS, a la
economía capitalista que dominaba el mercado mundial, no sólo era
utópica sino reaccionaria, porque el intento de ponerla en práctica
sólo sería posible a través del montaje de un estado policial que
ensayara los métodos más crueles de superexplotación, de represión y
de atomización de la clase obrera (stajanovismo). Esto es, a través de
una contrarrevolución burocrática.
En definitiva: El proceso de burocratización estuvo potenciado e
incentivado por los errores de tipo autoritario, sustitutistas y
estatistas que desarrollan los bolcheviques desde el poder. No pueden
explicarse sólo por condiciones objetivas desfavorables, que
naturalmente existieron. Esta burocratización conduce a un retroceso
de la revolución y a la diferenciación de una nueva clase en
gestación, desde su propio seno.
4 - 1928-1938: El triunfo de la
contrarrevolución burocrática
La aplicación de la NEP con métodos crecientemente burocráticos por
parte de la nueva dirección del partido hegemonizada por Stalin trae
como consecuencia la promoción y el poder de dos sectores sociales
antagónicos: los campesinos ricos (junto a los nuevos burgueses, "nepman")
y la burocracia estatal. La clase obrera y los trabajadores en
general, son apartados progresivamente de toda posibilidad de
intervención política autónoma, proceso cuyo correlato en la
estructura del partido estuvo dada por la persecución tanto de la
primera como de la segunda "oposición de izquierda".
El operativo iniciado en 1928 por la fracción estalinista
hegemónica, de abandono de la NEP,  de estatización extrema de toda la
economía y de colectivización forzosa de la propiedad agraria, debe
ser caracterizado como una verdadera contrarrevolución social mediante
la cual una nueva clase en gestación,
la burocracia, termina de consolidarse como una nueva clase
dominante, liquida todos los vestigios de la democracia
revolucionaria de los soviets y edifica una nueva formación social,
alejada tanto del capitalismo como del socialismo.
Este proceso extendido aproximadamente desde 1928 hasta 1938
tiene todos los ingredientes de una contrarrevolución típica, con
millones de muertos, con la liquidación física de toda la dirección
histórica bolchevique y de miles de militantes comunistas asesinados.

"El que más sufrió fue el partido. De sus 2,8 millones de miembros
en 1934, al menos un millón, antistalinistas y stalinistas, fueron
arrestados y dos tercios de ellos fusilados. Se destruyó
su vieja dirección de la cabeza a los pies: desaparecieron comités
enteros a nivel local, regional y republicano, 1.108 de los 1.966
delegados al XVII Congreso del partido de 1934 fueron arrestados, y la
mayoría de ellos fusilados, 110 de los 139 miembros numerarios
y suplentes del Comité Central de 1934 fueron ejecutados o
impulsados a suicidarse"(7) . (Stephen Cohen, 1976).
Agrega este autor: "Sobre el fondo de violencia social y
militarización, proliferaban las burocracias centralizadas encargadas
de administrar la creciente economía del Estado, vigilar la población
cada vez mayor de los campos de trabajo, controlar las actividades y
movimientos de los ciudadanos (habiéndose vuelto a introducir el
pasaporte interior), y regular la vida intelectual y cultural. También
se inició la transformación de la ideología y de la política social
del Estado - partido. Una vez terminada a finales de la década del 30,
se había repudiado oficialmente el experimentalismo revolucionario, la
legislación progresista y la igualdad en la educación, la ley, la vida
familiar, los ingresos y la conducta social general de 1917-29. Se
sustituyeron por normas tradicionales, autoritarias, que presagiaban
el resultado paradójico de la revolución de Stalin: la creación de
una sociedad rígidamente conservadora, sumamente estratificada".
Hay que puntualizar: resultado paradójico si se considera al viraje de
Stalin como una "revolución desde arriba" como hace este autor.
Debería estar claro que esta salvaje represión y toda esta política
crudamente reaccionaria no pueden obedecer solamente a la mera
personalidad demencial de Stalin. En todo caso la personalidad de
Stalin se reveló como la más adecuada para defender y consolidar los
intereses de la nueva clase. Pero fueron los intereses de este
nuevo sector social en ascenso los que dictaron la política
estalinista. Fue la política obligada para instaurar un nuevo
régimen de explotación social distinto al capitalismo, esto es,
no basado en la propiedad privada de los medios de producción sino
en el usufructo de la propiedad estatizada por parte de la nueva clase
que detentaba  el poder del estado. Nueva clase que, desde
sus capas inferiores hasta sus sectores encumbrados, abarcaba a varios
millones de personas. Trotsky en 1936 la calculaba en un 6 a 10% de la
totalidad de la población. La "construcción del socialismo" en
esta etapa no fue más que la construcción de este inmenso aparato
totalitario que garantizó la superexplotación de la fuerza de trabajo
en beneficio de la nueva clase privilegiada.
De las memorias de connotados estalinistas exiliados en la URSS,
luego de su participación en la guerra civil española(8), se pueden
extraer datos del grado y de la extensión de la diferenciación social
entre los trabajadores y la burocracia. Jesús Hernández, por ejemplo
indica que en 1939 - 1940 el salario de los trabajadores de la
última categoría (la inmensa mayoría) rondaba en los 250 rublos
mensuales mientras que el salario de los altos estratos de la
burocracia se extendían entre los 10.000 y los 15.000 rublos. Esto
representa holgadamente 50 veces más que los salarios de abajo.
Para hacernos una idea de lo que representa esto traduzcámoslo a
cifras de ingresos correspondientes a un hipotético proceso de
"construcción socialista" de este tipo para Uruguay. Si ubicáramos en
10.000 pesos el salario obrero tendríamos sueldos de 500.000 pesos
para los altos jerarcas. Es evidente que esta diferenciación de
ingresos condiciona y lleva a modos de vida y de conciencia
completamente distintos. Máxime si le agregamos extendidos privilegios
en cuanto a vivienda, servicios de salud y de descanso, etc. Pero
todavía nos falta añadir lo esencial, el privilegio especial de
pertenecer a los que mandan, con una extensa tropa de subordinados
que, en ausencia de organismos democráticos de deliberación y
decisión, están obligados a obedecer sin chistar, posibilitando abusos
de todo tipo y diversas y variadas formas de corrupción.
Con todo, esta nueva clase social explotadora, en comparación
con la burguesía, es infinitamente más débil. Está obligada a ocultar
la explotación social que ejerce detrás de una mistificación
ideológica que no admite fisuras. De allí el carácter totalitario,
cerradamente reaccionario, del régimen político estalinista: la
persecución sistemática de los disidentes, la ausencia de todo derecho
de organización social y política independiente para los trabajadores,
la transformación de los sindicatos oficiales en meras oficinas
gubernamentales, etc.
La permanencia y sistematicidad de la propaganda, la diatriba y la
persecución contra el "trotskismo", durante décadas (cuando el
trotskismo no existía como fuerza política organizada en la URSS), no
hacen más que revelar la necesidad de la nueva clase opresora de
borrar la memoria histórica de las conquistas políticas
revolucionarias de la democracia de los soviets. En definitiva, de
liquidar cualquier crítica u oposición que pudiese crear el peligro de
retomar la tradición de la revolución de octubre.
Ahora bien, esta contrarrevolución burocrática se realizó no
sólo contra los obreros y campesinos sino contra los campesinos ricos
y nuevos burgueses (nepman) beneficiarios de la NEP. Tuvo pues un
claro carácter anticapitalista, en el sentido más inmediato y estrecho
del término. En realidad, se produjo una reedición de la
orientación estatista del "comunismo de guerra", elevada hasta el
paroxismo. Para la nueva clase burocrática se trataba de asegurar
definitivamente su poder político y social, barriendo y aplastando al
otro candidato que, potencialmente, podía disputarle el poder,
representado por esa nueva burguesía.
No debió deducirse de la constatación de este hecho innegable, sin
embargo, el carácter progresivo (y mucho menos "socialista") de la
estatización extrema de la economía y de la colectivización forzosa de
toda la propiedad agraria. Se combatía a la burguesía desde el punto
de vista de los intereses de una nueva clase explotadora, contra los
intereses de clase de millones de pequeños productores y de obreros a
los que se privó de los más elementales derechos políticos, de
organización y de expresión, y a los que se sometió a ritmos inhumanos
de trabajo y de superexplotación social.
La lucha de clases en la URSS estalinista no se verificaba
fundamentalmente entre burguesía y proletariado, sino entre burocracia
en ascenso y proletarios y campesinos pobres (mayoría de la
población). Para consolidar sus privilegios sociales la burocracia
necesitaba instaurar un régimen despótico contra la mayoría
trabajadora de la población. Este era el sentido y el contenido
fundamental del viraje izquierdista de Stalin.
La caracterización de estado obrero, aunque burocratizado y
degenerado, que Trotsky mantuvo hasta su asesinato (1940), respecto a
la URSS, oscurecía este aspecto esencial y minusvaloraba el alcance y
el sentido profundo de la contrarrevolución burocrática en marcha. En
el esquema teórico de Trotsky no había lugar para un estado que no
fuera ni obrero ni burgués(9) . Pero precisamente, la derrota de la
revolución obrera a manos de una contrarrevolución burocrática,
planteaba la construcción de una tercera alternativa: un estado
burocrático, instrumento de opresión de la nueva clase explotadora.
Por eso hemos dicho en otros trabajos que, dentro de la oposición de
izquierda, nos parece mucho más adecuada la idea de Rakosky, expresada
ya en 1928, que consideraba a la URSS como un "estado burocrático, con
reminiscencias proletarias comunistas"(10) . Estas reminiscencias son
las que se vieron definitivamente liquidadas a partir del viraje
comenzado en ese año.
Finalmente, y aunque aquí no nos podamos extender sobre el punto,
la orientación claramente reaccionaria del estalinismo en España, de
ahogo y estrangulamiento de la revolución española, donde no faltaron
la persecución, tortura y asesinato de cientos de militantes
revolucionarios, encuentra su explicación de fondo en los intereses
diplomáticos de la burocracia estalinista, de alianza y subordinación
a la Francia y a la Inglaterra imperialista, como lo han señalado
tantos historiadores(10 bis) . En definitiva, en la defensa de los
intereses de clase de la burocracia también en este terreno.
5 - Actualidad del debate sobre
la naturaleza de la contrarrevolución burocrática
El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa del
Este replantea todas las cuestiones teóricas respecto a los problemas
de la revolución, el socialismo y el comunismo.
No se trata de una discusión histórica o académica sobre el pasado,
sino sobre el futuro de la revolución. Una comprensión correcta del
significado profundo del estalinismo, como expresión real de la lucha
de clases, como expresión política de la contrarrevolución social de
una nueva clase promovida al poder, resulta esencial para el rearme
teórico-político de la izquierda
La contrarrevolución burocrática fue presentada por vastos sectores de
la izquierda como un paso adelante en la construcción del
socialismo, como una "profundización" de la revolución en la medida
que tuvo un innegable carácter anticapitalista. Todos los partidos
comunistas que integraban el aparato internacional de la Komintern
(Internacional Comunista), defendieron esta versión.
Pero también el grueso de la oposición de izquierda de bolcheviques
leninistas, como se calificaban a sí mismos, y que estaba en prisión
en 1928, cometió un error en el mismo sentido. Consideró que Stalin,
con métodos reprobables, se estaba orientando hacia la izquierda. En
consecuencia, adoptó una posición de apoyo crítico hacia el viraje
estalinista, y aceptó reinsertarse en el aparato gubernamental para
colaborar desde allí. Trostky mismo caracterizó al ala de Stalin como
"centrista" y vió a la llamada "oposición de derecha" encabezada por
Bujarin y defensora de la continuidad de la NEP, como al enemigo
fundamental. (ver Alexei Gousev, 1998 )(11) .
Aún autores posteriores como Stephen Cohen, que defienden la
posición de Bujarin, caracterizan, como ya hemos indicado, a la
contrarrevolución estaliniana como una revolución. Creo que el
equívoco es inevitable si no se concibe a la burocracia como una nueva
clase social en formación, con intereses materiales y sociales
específicos, propios, asentada en el retroceso y derrota de la
revolución de octubre. Como todas las clases dominantes de la
historia, la burocracia se apropia de una porción del excedente, del
plustrabajo social. Pero esta apropiación la realiza no con los
métodos del capitalismo (propiedad privada de los medios de
producción, compra-venta de la mercancía fuerza de trabajo) sino a
través del dominio del aparato estatal que siempre es, deberíamos
recordarlo, el instrumento de opresión de una clase sobre otra.

Nuevamente aquí una visión reduccionista, esquemática, de la
relación entre base y superestructura puede jugarnos una mala pasada.
La burocracia como capa diferenciada se va constituyendo como clase
a partir de su dominio político en el nivel de la superestructura
estatal. Esta característica superestructural se transforma en
esencial para la conformación de una nueva estructura económica, esto
es, nuevas relaciones de producción donde una clase trabaja y otra
dirige, gestiona, manda, utilizando su privilegio político para
instaurar un nuevo tipo de privilegio social.
Bien mirado, no se trata de un fenómeno nuevo. Desde la aparición
de las primeras sociedades clasistas (las ciudades-estado sumerias) y
durante la mayor parte de la historia, las clases dominantes se
gestaron en la "superestructura", por eso estuvieron representadas
principalmente por militares, sacerdotes y burócratas. Esto es,
sectores que ejerciendo el dominio de un aparato estatal de poder,
impusieron un determinado tipo de explotación y de subordinación
social. La explotación social en estas sociedades
precapitalistas no se basaba en la propiedad privada de los medios de
producción. El capitalismo es la primera formación social donde
los mercaderes desplazaron a los militares, sacerdotes y burócratas
como típicos exponentes del dominio social, dando lugar a la
formación de una nueva clase explotadora moderna: la burguesía.
Creo que aquí reside la causa de la limitación de Trotsky en la
caracterización de la URSS. Al concebirla con una base económica
socialista pero con una superestructura política burocrática, el viejo
revolucionario no pudo llegar a la conclusión que inevitablemente el
dominio burocrático estatal conllevaba una nueva forma de explotación
social. Es como si la estatización de la economía no tuviese
apellido y fuese siempre, por definición, sinónimo de socialismo.
La estatización burocrática no tiene nada que ver con el socialismo
o con la transición al socialismo. Lo que ha quedado demostrado es
que la estatización burocrática perfectamente puede ser un régimen de
transición... hacia el capitalismo. La estatización total de la
economía emprendida por Stalin en 1928, liquidando todos los vestigios
de las conquistas revolucionarias del octubre ruso, fue una
contrarrevolución burocrática. El instrumento de consolidación del
poder social de una nueva clase explotadora.
Debo hacer constar que cuando hablo de conquistas revolucionarias
me refiero a las conquistas democráticas revolucionarias del ejercicio
del poder por los soviets y no a la estatización de la economía que,
en manos de una casta burocrática, puede devenir reaccionaria.
Los autores que han caracterizado a la URSS como capitalismo de
estado (Bethelheim, Tony Cliff, etc) (12) sufren de la misma renguera
que Trotsky, pero con la pierna opuesta. Al observar el abismo social
y material que separaba a un alto burócrata del obrero raso, reconocen
que existía explotación social. Pero como no pueden concebir que haya
explotación social burocrática (no capitalista), concluyen que aquello
fue una forma particular de capitalismo. Con ello muestran una
comprensión imperfecta de lo que es realmente el capitalismo que
exige, para que exista, la pluralidad de capitales, es decir, la
concurrencia capitalista basada en la propiedad privada de los medios
de producción.
Una variante atenuada de esta incomprensión es la de autores como
Romero (ver: Andrés Romero, Después del estalinismo, Ed.
Antídoto, Bs. As., 1995)(13) que consideran que al haber salario en la
URSS hay venta de la fuerza de trabajo del obrero a un comprador único
representado por el estado. La confusión en mi opinión se deriva del
doble uso de la palabra salario (polisemia). El salario bajo el
capitalismo es el capital variable, la porción de capital que el
burgués invierte en la compra de la mercancía fuerza de trabajo.
En la URSS estalinista el "salario" tanto del obrero como del
burócrata (el de 250 rublos como el de 15.000) es la retribución
institucionalmente establecida por el estado por el "trabajo" de cada
uno, de acuerdo a escalas de categorías definidas políticamente. En
la URSS no había extracción de plusvalía sino apropiación de
plustrabajo del obrero-productor por parte de la clase burocrática
(como sucediera en tantas formaciones sociales precapitalistas a lo
largo de la historia). Por eso no se puede hablar de la permanencia
del régimen de trabajo asalariado (capitalismo, según Marx) en la URSS,
so pena de acrecentar la confusión.
Por último, y aún a riesgo de cansar al sufrido lector, quiero
mencionar a otros dos autores que han tenido cierta repercusión
recientemente. Se trata del francés Lucien Sève(14) y del húngaro
Mészáros(15) . Creo que por una asimilación teórica deficiente del
fenómeno histórico de la URSS, estos autores diluyen su especificidad
concreta asimilándola, por otras vías, al capitalismo.
El húngaro incluye a los estados del "socialismo real" dentro de lo
que él llama el "orden del capital" que tendría una forma
específicamente capitalista y otra forma estatal (URSS). La base
teórica de su posición es el abandono de la idea del capitalismo como
modo de producción y su subsunción en una categoría más amplia de modo
de control social o metabolismo social del capital. El problema en el
caso de la URSS para Meszaros es que no se habría logrado ir "mas allá
del capital", el "orden del capital" habría permanecido.
Como hemos visto, sin embargo, el "orden" bajo el estado
burocrático era marcadamente diferente al que sufrimos bajo el
capitalismo. En éste la desocupación estructural ("ejército
industrial de reserva") cumple un papel esencial de disciplinamiento
de la fuerza de trabajo. Por algo los burócratas restauracionistas
que acompañaban a Yeltsin clamaban por introducir la desocupación como
factor fundamental de disciplinamiento para aumentar la productividad.
El "orden" bajo el estado burocrático es de tipo policial represivo y
se consigue fundamentalmente por la ausencia de libertad de
organización sindical y política independiente para los trabajadores.

Por otra parte, luego de la experiencia de Stalin a partir de 1928,
que estamos discutiendo, ¿qué significa ir más allá del capital? ¿Más
todavía?, podría preguntarse alguien alarmado. Con la terminología
usada por Mészáros habría que decir que bajo Stalin se fue demasiado
más allá del capital en el sentido de la estatización extrema y
demasiado más acá en el terreno de las instituciones políticas,
recreando formas de dominio característico de sociedades
precapitalistas
En mi opinión, al no reconocerse el carácter específico de la
explotación social en los estados burocráticos, el carácter de clase
del nuevo sector dominante, y los mecanismos concretos de la
contrarrevolución burocrática, Mészáros tiende a hipostasiar
unilateralmente la función de los mecanismos ideológicos e
institucionales de opresión desligándolos de su necesario anclaje
material y social, de clase. En definitiva, no hay un "modo de
coerción social" u "orden del capital" que se extiende en el tiempo y
en el espacio cabalgando por formaciones sociales disímiles sino modos
de producción social específicos, que se sostienen mediante
determinados y específicos andamiajes estatales, políticos,
institucionales e ideológicos. El peligro de la visión de Mészáros es
que puede abonar estrategias políticas ultraizquierdistas de rechazo a
cualquier lucha política en el área institucional, parlamentaria o aún
sindical.
Por su parte, el francés Séve asimila el capitalismo y el
"socialismo real" a otra categoría más amplia, productivista o
industrialista, dos caras de la misma moneda o imagen especular de lo
mismo. El socialismo no sería un período de transición del capitalismo
hacia el comunismo, caracterizado por la conquista del poder polìtico
por la clase obrera y los explotados, sino el "otro" del capitalismo.
Para Séve lo que fracasó en el siglo XX es directamente el socialismo,
ratificando con esto la homologación de socialismo con el "socialismo
real", en la más pura tradición estalinista.
La conclusión que saca es que hay que desechar la revolución y el
objetivo de la conquista del poder y apostar a la transformación
social hacia el comunismo, por la vía de la reforma y el desarrollo
del propio capitalismo. Un boleto de ida, teóricamente sofisticado,
hacia la socialdemocracia, que encuentra su raíz en la incapacidad de
realizar un análisis crítico del mal llamado socialismo real, como
fenómeno histórico específico, producto de la derrota de una
revolución obrera por una contrarrevolución burocrática.
Este breve repaso de algunos pocos autores tan disímiles lo hago
sólo para resaltar la importancia y la actualidad de la discusión
sobre la experiencia del socialismo real. Insisto, no estamos
discutiendo sobre el pasado sino sobre el porvenir, sobre el terreno y
el camino para reorientar la labor revolucionaria contra el
capitalismo, por la revolución social, por el socialismo, el comunismo
y la libertad.
6 - Algunas conclusiones
políticas.
El análisis y la crítica del mal llamado "socialismo real", y de la
contrarrevolución burocrática que lo consolidó, lejos de cuestionar al
marxismo lo reafirman y lo actualizan en cuestiones fundamentales.
a) Todo proceso revolucionario se enfrenta no sólo a la reacción
capitalista sino al peligro de reacción burocrática en su seno. La
revolución de octubre fue derrotada internamente por una
contrarrevolución burocrática que terminó abriendo el camino a la
restauración capitalista. Sin democracia obrera y de masas no hay
"socialismo", ni "transición al socialismo", sino transición hacia
el capitalismo.
b) La lucha contra el capital es internacional. Ha quedado
demostrado que la idea de la "construcción del socialismo en un solo
país" es una utopía reaccionaria que encubre los intereses de la
burocracia para asegurarse un nuevo régimen de privilegios sociales y
políticos.
c) Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista es
necesario un período político de transición caracterizado por el
poder político de las organizaciones obreras y las organizaciones de
masas de todas las capas oprimidas, en el transcurso del cual se
irá operando todo el proceso de transformación social y la "sociedad
irá reabsorbiendo todo el capital" (Manifiesto Comunista). A este
período político de transición Marx y Engels le llamaban "socialismo"
o "fase inferior del comunismo".
d) Para iniciar este período de transformación social
revolucionaria el estado burgués debe ser suplantado por el poder
de las organizaciones de los explotados. En esto consiste la
conquista del poder político que para Marx era "la conquista de la
democracia". Este poder popular es un estado - no estado. Se
diferencia de todos los estados anteriores en que representa a la
mayoría del pueblo organizado que se autogobierna. Sus características
fundamentales son: elegibilidad y revocabilidad de todos
los representantes y mandatos en todo momento, abolición de
todos los privilegios de función estableciendo para todos los
funcionarios electos una retribución similar a la de un obrero,
suplantación del ejército permanente por el pueblo en armas,
y plena e irrestricta libertad de organización política y
social.
Notas:
1 - Rosa Luxemburgo , "La revolución rusa, un análisis crítico",
Edit. Grijalvo, México, 1980.
2 - Víctor Serge, "Memorias de un revolucionario", Ed. El Caballito,
México, 1974.
3 - León Totsky, "Terrorismo y comunismo", Ed. Júcar, Madrid, 1977. La
misma opinión la encontramos en Nicolai Bujarín, "Teoría económica del
período de transición", escrita en el mismo año 1920, Ed. Pasado y
Presente, Buenos Aires, 1974.
4 - Ver, Pierre Broué, "Histoire de l`Internationale Communiste, 1919
- 1943", Fayard, París, 1997.
5 -  Isaac Deutscher, "Trotsky, el profeta desarmado", ERA, México
1959.
6 - Podchekoldin, "Los orígenes de la burocratización en la URSS",
1991, reproducido en la revista argentina "En defensa del marxismo",
Nº 1, Buenos Aires, 1991.
7 - Stephen Cohen, "Bujarín y la revolución bolchevique", Siglo XXI,
Madrid, 1976.
8 - Jesús Hernández, "Yo fui ministro de Stalin", Ed. América, 1953,
México.
     Valentín González "El campesino", "Vida y muerte en la URSS", Ed.
Bel, Buenos Aires, 1951.
     Del mismo autor también, "Comunista en España y antiestalinista
en la URSS", Ed. Guarania, México, 1952.
     Ettore Vanni, "Yo, comunista en Rusia", Ediciones Destino,
Barcelona, 1950.
     Enrique Castro Delgado, "La vida secreta de la Komintern", EPESA,
Madrid, 1950.
9 - León Trotsky, "La revolución traicionada", "En defensa del
marxismo", "¿Un estado ni obrero ni burgués?", etc, diversas
ediciones.
10 - Christian Rakovsky, "Los peligros profesionales del poder", en
"Sobre la burocracia", Akal, Madrid, 1978.
10 bis -  Entre otros, Hugh Thomas, Burnett Bolloten, Pierre Broué,
Víctor Alba, Gabriel Jackson, etc
11 - Alexei Gousev, "La clase imprevista", Rev. Herramienta Nº 7,
Buenos Aires, 1998.
12 - Charles Bettelheim, "Las luchas de clases en la URSS", Siglo XXI,
México, 1978.
      Tony Cliff, "El capitalismo de estado en la URSS" (1948),
Edición provisional, SWP, Londres, 1993.
13 -  Aldo Andrés Romero, "Después del stalinismo", Ed. Antídoto,
Buenos Aires, 1995.
14 - Lucien Sève, "La cuestión del comunismo", Ed. Casa B. Brecht,
Montevideo, 1996.
15 - Itsván Mészáros, "Mas allá del capital", cap. 2, Rev. Herramienta
Nºs. 5 y 6, Buenos Aires 1997 y cap. 18, R. Praxis, Belo Horizonte,
1998.
 



Juan Carlos Venturini